PREFACIO
Se han terminado las vacaciones, para quien haya tenido la fortuna de poder disfrutarlas...¡o de merecerlas!. Dentro de nada tendremos el otoño encima y el poco buen tiempo que hemos tenido se irá esfumando de nuestras horas, incluso de nuestra memoria y los días se harán cortos, fríos y oscuros. Espero que este relato que, créetelo, me ha costado mucho llevar adelante, te ayude, al igual que los otros del blog, a pasar el mal tiempo en espera de la primavera, la luz y el calor.
Al igual que en otros casos, existen un par de versiones de la historia de este viaje. En su día se publicó en una revista especializada y en un par de foros con textos ligeramente distintos.¿Por qué?, porque se publicaron con bastante diferencia de tiempo y, entre una y otras, las fui puliendo y añadiendo detalles. Esta que estás a punto de leer, ¡acto que te agradezco!, está revisada a finales de este extraño, en lo referente al clima, verano del 2014. He retirado algunas expresiones algo cursis, eliminado detalles superfluos y, dentro de lo posible, he intentado contarlo en singular...cuando ha sido posible. Hoy por hoy no recuerdo este viaje con una especial emoción y creo que se notará a lo largo del relato (ya en su día pecó de frío). Aún así, posible lector/a, espero que te guste. ¡Vamos allá!.
Eurovespa
ha venido celebrándose casi sin interrupción desde 1954 en París. Parece ser
que le ha llegado, en este año de 2007, el turno de cambiar su nombre por otro que no a todo el mundo
le acaba de gustar. Para muchos de nosotros, sobre todo coloquialmente, seguirá
siendo "el Eurovespa". Lo que viene a continuación es el relato de las aventuras y
desventuras vividas para llegar desde Vigo a la República de San Marino para
celebrar los primeros Vespa World Days o el Eurovespa 2007, como tú quieras.
A
esta primera edición de los VWD esperaba, por las noticias que
tenía, que asistiesen más españoles, pero como siempre, no ha podido ser.
Por lo que parece el mes de Junio es muy complicado o el evento no despierta
demasiadas pasiones, amén, evidentemente, de los problemas familiares y/o económicos de cada uno, ¡claro!. Aún así, en este viaje, me han acompañado otros vespistas
que irán apareciendo a lo largo del relato, por lo tanto, algunas frases o partes estarán
escritas en plural.
De pie (de izqda. a dcha.): Rubén, Yo, Jerónimo, Manel y Marta. Agachados (de izqda, a dcha.): Laura, Goyo, Jaime, Sonia y Juan |
Los
preparativos consistieron, básicamente, en una revisión casi rutinaria de la
montura y poco más: neumáticos, aceite, bujía, cables y frenos. Realmente una
Vespa no necesita más, es simple, con pocos elementos susceptibles de avería...aunque aquí debo, necesariamente, hacer un paréntesis.
Lily con su nuevo aspecto |
La rotura del cambio de 5 velocidades... |
No quedó más remedio que volver a montar el cambio original, con gran cabreo por mi parte ya que, si al cambio de 5 marchas le sumabas escape, cilindro/ pistón y culata Pinasco era, realmente un aparato muy rápido y, lo que me había demostrado hasta el momento, fiable. Además de esa operación debo decir que a Lily se le hizo, durante el invierno anterior a este viaje, una operación de estética importante. Se desmontó por completo, pieza a pieza, tornillo a tornillo.
Se desmontó pieza a pieza... |
Se saneó toda la chapa. Se le dieron tratamientos contra la corrosión, se pintó de un sobrio y elegante gris Avio satinado, añadí muchos elementos cromados, escape nuevo, portabultos, parabrisas, etc...
Completamente desmontada para sanear la chapa |
¡Casi lista...! |
Fue la segunda gran transformación de Lily. Todavía quedaría una tercera y última.
Retomo el hilo. El viernes anterior a la salida, el diario ADN envió a una fotógrafa para que hiciese unas cuantas fotografías que acompañarían a una reseña
periodística. La chica apareció, hizo su trabajo y se fue. Al regreso del viaje
vi el resultado del mismo y me gustó.
Unos días antes de la partida |
LUNES 11 DE JUNIO. LA PARTIDA.
A
las 07:00 de la mañana suena el despertador. ¡Creo que es la primera vez que, ante un viaje de este calado, me da pereza levantarme...!
Nunca he hecho ningún viaje de este tipo por obligación o con falta de ilusión. Pero este año el viaje comenzaba de una manera algo extraña, como descafeinado o desaborido. Pienso que la rotura del cambio de 5 velocidades poco antes de la partida influyó en mi estado de ánimo.
Superados los primeros momentos de apatía comienzo con la agradable y reconfortante rutina de la ducha, el desayuno, el equipaje, los nervios de última, o de primera hora!!!. Todo listo. La larga y estrecha cinta de papel enrollado con las indicaciones de la ruta, ¡más de 3,5 metros!, reposa en la caja de portarutómetro como una cilíndrica promesa de aventura y emociones!.
Arranco y acomodándome a la ropa y a la montura subo la Gran Vía hacia la Plaza de España en dónde se dará oficialmente la salida.
Al
llegar allí ya se encuentra una nutrida representación de vespistas amigos dispuestos a darnos ánimos a los viajeros de este año. Nervios de última hora (más bien
de primera) y esa prisa por ponerte en marcha o ¡quedarte para siempre!.
Por fin, a las 08:25, nos ponemos en movimiento con una última mirada por los
retrovisores en la que notamos el apoyo y la presencia del resto de nuestros compañeros,
presencia que fue constante, aunque fuese de espíritu, durante todo el viaje.
¡Todo listo, vámonos! |
Una
vez en marcha y conforme te vas alejando de la ciudad, empiezan a invadirte sentimientos contradictorios. Por un lado de tranquilidad al dejar la circulación
densa y nerviosa de primera hora de la mañana de día laborable de la periferia, por otro lado una cierta y legítima inquietud ante un posible
contratiempo, inquietud que va diluyéndose poco a poco.
Pasan
las primeras decenas de kilómetros y, poco a poco, empiezas a oír, solamente, el motor, ver, únicamente el paisaje y la carretera y a sentir la moto unida a ti.
El primer repostaje se hace bastante pasado Orense por simple precaución y para ver como van respondiendo las monturas. A partir de aquí y hasta la parada de Benavente para
comer todo transcurre a la perfección. Verín, La Gudiña, La Canda y El Padornelo,
Puebla de Sanabria y llegamos al “llano”. ¡No me quiero imaginar como habría sido esto con el cambio de cinco velocidades!. Hasta ahora el día está perfecto para
circular en moto. Sin viento, sin frío, sin lluvia, sin calor excesivo.¡Ya no hay vuelta atrás! |
Después de la comida en Benavente arrancamos con dirección Palencia. La carretera es inmejorable: buen firme y escaso tráfico. De Palencia a Aranda de Duero tardamos lo que dura un suspiro. Parada en Aranda de Duero ya que vamos muy bien de tiempo. ¡Creo que demasiado bien de tiempo!. A este ritmo no sería necesario parar a dormir y llegaríamos a Barcelona en el día, ¡seguro!. Un refresco y continuamos camino hacia Soria, a la que llegamos sin el más mínimo contratiempo a las 19:00, después de haber hecho 654 kilómetros en una jornada tranquila y descansada. Nos aseamos y salimos a cenar. Mañana nos espera una jornada más corta en kilómetros pero, por la experiencia de otros años, más dura en tráfico, en la N-II.
MARTES 12 DE JUNIO. LA PESADILLA DE LA N-II.
Nos levantamos a las
08:30. Ducha, desayuno, pago del hotel (Ciudad de Soria, recomendable) y a las
10:00, con ese frescor y magnífico estado de ánimo que tienes por la mañana cuando haces algo que te apasiona...¡y que se va sabe Dios a dónde a lo largo del día!, recogemos al tercer componente del grupo de este año que venía desde Burgos en
su TX-200. Ahora el trío enfila, con la irresponsable alegría e inocencia de quien no
sospecha lo que le espera ( ¡salvo los que ya habíamos vivido esa experiencia!...), la carretera hacia Barcelona, destino de este
segundo día. Vamos vía Tarazona-Magallón por la N-122, deliciosa carretera con
la presencia casi constante del Moncayo a nuestra derecha. El único contratiempo
hasta aquí lo sufro yo por culpa de mi alergia primaveral que me hace bastante
penoso el camino. Un antihistamínico y a esperar que haga efecto.
En Magallón
enlazamos con la N-II y aquí empieza la pesadilla. Camiones. Cientos, miles, en
grupos, solos, lentos, rápidos, grandes, inmensos, pequeños. La mayoría viajan
en “trenecitos”, prácticamente a la misma velocidad que nuestras Vespas, lo que
hace muy difícil adelantarlos. Tuvimos mucho tiempo para depurar la técnica del
rebufo, la única que nos permitía adelantarlos y, aún así, se nos presentaban situaciones o momentos comprometidos... esos en los que ya has adelantado a la caja del trailer, piensas que ya está hecho y, ¡amigo mío, ahí empieza lo peor!, sobrevivir al efecto de succión del espacio entre la caja y la cabina. Es como darte de bruces con un muro, te quedas clavado y ves, espantado, ¡cómo te viene tráfico de frente!. De esta guisa pasamos la hermosa y recia Zaragoza y con una sustancial mejora en las condiciones del tráfico y de la carretera, nos adentramos acompañados o más bien rodeados, de los sempiternos camiones, en Los Monegros.
Calor sofocante, mosquitos que se estrellan contra la pantalla del casco y la
dejaban no útil para su función y más camiones y más calor... Pierdo la bandera que llevaba ondeando en el cofre. Salió volando y por allá se habrá quedado...¡cómo para pararse a recogerla con lo que venía detrás!. Como comprenderéis, no hay fotos de todo esto...¡cómo para hacer fotos con la que teníamos liada con los camiones!. Llegamos a Fraga. Buscamos un sitio para comer un bocadillo, beber algo
fresco y repostar. Los ánimos han quedado muy tocados con la experiencia
de los camiones y los 190 kilómetros que nos restan hasta el puerto de Barcelona nos parecen eternos.
Salimos y mi alergia parece que empieza a remitir, lo que me permite llevar un
ritmo más relajado y un mejor humor (aunque el bocadillo de jamón no había cristiano que se lo comiese, ¿eh?).
Nos despedimos de Aragón y entramos en Cataluña. Pasamos Lérida y cerca de
Tárrega mi querida Lily se para. Así, sin más. Arcén y principio de
desesperación. Vuelvo a arrancarla y a los 10 kilómetros repite la misma
jugada. El principio de desesperación se convierte en un cabreo serio y una severa preocupación. Tengo que
agradecer a mis dos compañeros de viaje la tranquilidad y la
calma que me transmitieron en ese momento, casi aciago, en el que ves que, a 100
kilómetros de coger el barco, tu moto te dice “no sigo” y buscas una llave inglesa
bien gorda para estrellarla contra sus bonitas cachas ( ¡las de la Vespa!).
Realmente los síntomas no eran alarmantes, era como si se quedase sin gasolina, como si
cerrases la llave de paso, pero todos sabemos que cualquier estornudo o hipo del motor
tan lejos de casa asusta ¡y mucho!. Volvió a arrancar, sin problema, a la primera y no
dio ningún susto más durante todo el viaje. La causa fue, seguramente, alguna suciedad del
depósito que pasó al carburador al apurar tanto los repostajes (cada vez que repostábamos calculábamos que no quedaba más de ¡medio litro el depósito!).
Una vez
recuperada la confianza (¡cómo cuesta volver a rodar tranquilo después de un susto!) y con las primeras brisas del ya cercano Mediterraneo,
comenzamos a imprimir un ritmo más vivo a la conducción (¡alguno pensaba que el
ritmo vivo era el que ya traíamos!). Hacemos una “aproximación” a
Barcelona digna de una última vuelta de Moto GP. La bajada del Bruch se hizo a
cuchillo, con las agujas de los cuenta kilómetros pasando mucho la escala de los 120 ( ¡estamos hablando de Vespas!). Nos
presentamos en el puerto de Barcelona a las 18:00 y allí nos reunimos con el cuarto componente del grupo: ¡el sempiterno Jerónimo!. Compramos los billetes, nos vamos a tomar un refresco a
la Barceloneta y a las 20:00 estamos en la zona de embarque en donde nos sale al
encuentro el amigo Rafa para una visita de cortesía y de deseo de buen viaje.
A las 21:30
embarcamos, después de una amena charla con un “benemérito” gallego
destinado en Barcelona.
La sorpresa
es que en el barco los únicos vehículos que no son nuestros “queridos” camiones
son nuestras Vespas y la X9 de Jerónimo y los casi únicos pasajeros que no son
camioneros, nosotros.
Nos queda una larga
travesía por delante así que después de duchados y cambiados de ropa, cenamos y
caemos rendidos en la litera. Ha sido un día serio, no se puede decir duro pero sí serio. Hizo mucho calor, hubo mucha tensión circulando entre los camiones, me incomodó la alergia pero, después de pasado, siempre se ve con otro color de cristal, ¿verdad?.
MIÉRCOLES 13 DE JUNIO. AGUA POR TODAS PARTES.
Estamos prácticamente ausentes, tanto física como mentalmente, hasta las 08:00 de la mañana. Nos encontramos en medio del Mediterráneo. ¡Veas hacia dónde veas no hay más que agua! La algarabía del desayuno, el recorrido por las dependencias del barco, tomar el sol, escrutar el mar en busca de delfines, etc, se va convirtiendo, con el paso de las horas en un tedio insoportable solo roto por el aviso para comer. Siesta y, por la tarde ya las ganas de salir de allí son incontenibles.
Llegamos a
la bahía de Livorno a las 19:30 y estuvimos fondeados frente a la isla de
Gorgona, en espera de atraque, ¡hasta las 22:00!. Parece ser que la línea, al ser de muy reciente creación, no tenía sitio asegurado en el puerto, por lo que debía esperar a que se hiciese un hueco.
La isla de Górgona... |
Salimos del barco como los toros del redil y nos damos cuenta de que hemos cometido el primer error del viaje: hemos embarcado sin haber repostado,
Es la cuarta vez que piso la tierra de los fratelli d'Italia y ¡eso, para mi, es una de las mayores alegrías que puedo imaginar!. Nuestro primer destino en suelo italiano, es la joya de la Toscana, Florencia, en donde teníamos reservado hostal.
Desde aquí quiero romper una lanza a
favor de mi grisácea PX que, como desagravio a los fallos de alimentación de día
anterior, fue capaz de recorrer más de 7 kilómetros a 110 km/h ¡con el grifo de
la gasolina cerrado! .
Con la noche encima, enfilamos la FI-PI-LI (la Firenze- Pisa- Livorno), con el maravilloso asfalto que caracteriza a las carreteras y calles italianas. Son 80 kilómetros de autovía, por llamarle de alguna manera, que nos acercan a Florencia. La llegada a la capital del Renacimiento nos deja asombrados y perplejos, no por la belleza de la misma, sino por la gran manifestación de afecto popular que demuestran los florentinos al salir a recibirnos a semejante hora, tocando las bocinas y cortando la circulación en los cruces. Nos emocionamos hasta las lágrimas, sinceramente no merecemos tanto... ah!, que no es por nosotros?, que es la salida de un concierto?, que no nos conoce ni el pupas?. Juramos (o por lo menos yo) en aquel momento que seríamos recibidos así algún día en cualquier parte del mundo, ¡incluida nuestra propia casa!. Resumiendo, que pasada la media noche llegamos al hostal (Hostal 7 Santi, Viale dei Mille, 11).
Con la noche encima, enfilamos la FI-PI-LI (la Firenze- Pisa- Livorno), con el maravilloso asfalto que caracteriza a las carreteras y calles italianas. Son 80 kilómetros de autovía, por llamarle de alguna manera, que nos acercan a Florencia. La llegada a la capital del Renacimiento nos deja asombrados y perplejos, no por la belleza de la misma, sino por la gran manifestación de afecto popular que demuestran los florentinos al salir a recibirnos a semejante hora, tocando las bocinas y cortando la circulación en los cruces. Nos emocionamos hasta las lágrimas, sinceramente no merecemos tanto... ah!, que no es por nosotros?, que es la salida de un concierto?, que no nos conoce ni el pupas?. Juramos (o por lo menos yo) en aquel momento que seríamos recibidos así algún día en cualquier parte del mundo, ¡incluida nuestra propia casa!. Resumiendo, que pasada la media noche llegamos al hostal (Hostal 7 Santi, Viale dei Mille, 11).
Nos estaban esperando, estos sí de
verdad nos esperaban. Recogemos la llave, habitación, ducha y a buscar un sitio en el que poder cenar. Encontramos un lugar muy agradable en la placita que forman las
calles Damiano Chiesa, Fortunato Calvi y Manfredo Fanti. Bueno, una placita con
terraza y sombrillas en algún punto de Florencia.
Finalizando la cena se nos
presenta un hombre de aspecto afable, tranquilo, con un prominente mostacho. Nos pregunta si aquellos aparatos con
ruedas de 10” que están aparcados frente al restaurante son nuestros. Se emocionó hasta el erizamiento de su bigote
cuando le dijimos que sí, que eran nuestras, que no estaban en venta, que
veníamos de España, que no queríamos comprar nada y que íbamos a San Marino. Se
presentó como Baffo (mostacho, bigote), consigliere del Vespa Club de Florencia y nos agasajó con pegatinas, una
gorra y una faja para la Vespa. Respondimos, como no, con el más dadivoso y
noble espíritu Vespista a aquel despliegue de ofrendas con unas pegatinas y
un chaleco.
Después de cenar nos invitó a una copa de chianti (cuidadín, cuidadín...) en un local
de su propiedad “vicino al ristorante” que
resultó ser la sede social del Vespa Club de Florencia. Nos mostró la gran
cantidad de recuerdos que tienen, nos reímos un buen rato, nos bebimos media de chianti, nos despedimos y nos llevamos
la media restante para el hostal. Le dimos juego al chianti y a la cháchara hasta las 04:00...
JUEVES 14 DE JUNIO. PONTEDERA O EL MITO VESPA.
A
las 08:00 toca diana floreada. A estos pollos les cuesta levantarse. El plan para
hoy es muy sugerente: Pontedera y Pisa con paseo vespertino por Florencia.
Nos acicalamos, nos ponemos guapos y nos
preparamos sicológicamente ya que hoy vamos a la cuna de nuestras “niñas”. Nos
reunimos, por fin, con Rubén y Sonia, mis muy buenos amigos extremeños conocidos de hace ya tiempo. Salimos en grupo compacto,
aguerrido y temible atronando las calles de Florencia con dirección Pontedera,
la fábrica y el museo Piaggio. Calor, mucho calor. Tráfico intenso por la
FI-PI-LI. El GPS de Jerónimo empieza a dar muestras de buen funcionamiento y, ¡solamente nos perdemos dos veces!. Llegamos al Museo Piaggio.
Faltan muchas Vespas en
el museo ya que están en San Marino, en la exposición, dentro de los actos del Eurovespa, “Vespa sul Titano”, (el Titano es el monte más alto de San Marino)
pero, aún así, vale la pena recorrerlo, ver los modelos que forjaron año tras
año, década tras década, el mito. Como detalle curioso hay que decir que está expuesta, protegida por una urna de policarbonato, "Dulcinea", la Vespa 150 con la que Santiago Guillén y Antonio Veciana dieron la vuelta al mundo en 79 días en el año 1962.
Eso, que dieron la vuelta al mundo en 79 días, lo sabe el mundo entero...excepto los responsables del Museo Piaggio. Para ellos, Guillén y Veciana, ¡solamente hicieron un viaje desde Madrid a Atenas con escala en Roma para visitar al Papa!.
Sin comentarios... |
Es impresionante la cantidad de documentación gráfica que hay disponible para aquellos que quieran investigar sobre la historia de la Vespa, las causas de su nacimiento, su proceso de gestación, la fabricación, sus avatares y los de todos aquellos implicados en su desarrollo. Sería interesante disponer de un año sabático, dinero y los permisos necesarios para poder sumergirse en aquel océano de conocimiento vespista. Hacemos las compras y las fotos de rigor (la tienda del museo es cara...).
Comemos en Pontedera esperando a Juan, componente del grupo, que se había encontrado indispuesto esa mañana y se había quedado en Florencia. Después de comer, él se va a visitar el museo y el resto
partimos hacia Pisa, así en cursiva como homenaje a la Torre Pendente.
Es el primer contacto
directo que tenemos con el Arte y con la Historia en
el viaje, es decir lo primero que vemos de día, con luz del sol. Todo lleno de
chinos con cámaras, yankees con bermudas y niñas “aguantando” la torre para la
foto típica. Intentan vendernos relojes de prestigiosas marcas a precios
ridículos ( ¿serían falsos?), el morenito que los vendía no quiso que yo le vendiese
el mío y se fue. Aparece Juan que viene de ver el Museo Piaggio. Ya estamos
todos. Estudiamos durante un buen rato las posibilidades de enderezar la Torre
y, como no llegamos a ningún acuerdo cuerdo nos vamos a barallar a otro sitio.
Bien entrada la tarde regresamos a Florencia. Ahora sí. Aparcamos las monturas y a
patear. Uno se queda mudo ante ese despliegue de belleza, sobre todo al
atardecer, que es cuando se está acabando la tarde. Nos mezclamos con la gente,
paseamos arriba y abajo, hacemos fotos, cenamos unas pizzinas, comemos un
helado (es casi obligado y además están de vicio) y ya cuando la tarde se acabó
(cuando ya no había luz, es decir de noche), cada mochuelo a su olivo que
mañana toca carretera otra vez.
De regreso al hostal Jerónimo se va por donde le indica el GPS y
nosotros por dónde nos indica cada uno al que preguntamos ( es decir vamos dando vueltas y vueltas al mismo
sitio). Finalmente damos con el hostal y nos retiramos a dormir.VIERNES 15 DE JUNIO. SAN MARINO O LOS VESPA WORLD DAYS 2007...O EL EUROVESPA 2007...
Bueno,
pues a esto veníamos, ¿no?, ¿o no?, ¿o veníamos a pasear por la Toscana?. A estas
alturas ya no lo tengo tan claro. ¿Sería el Eurovespa ( o como quieras llamarlo) una excusa
para visitar Toscana?.
El caso es
que con la fresca nos levantamos (ya va costando cada día más), recogemos los
bártulos, los cargamos y nos vamos al Piazzale Michelangelo donde habíamos
quedado de reunirnos con Rubén y Sonia para dirigirnos juntos a Rimini y San Marino. Desde
el Piazzale hay unas vistas fabulosas del río Arno y de la ciudad (si eres
capaz de esquivar a la manada de turistas).
Llegan los extremeños y partimos, con esa gallardía que nos caracteriza a los vespistas, por
las horriblemente pavimentadas calles de Florencia (¿puede que se dejasen de
vender Vespas en Italia por el estado de las calles...?) hacia el Paso del
Muraglione que sirve de frontera natural entre Toscana y Emilia Romagna.
La
subida y la bajada del Muraglione hay que vivirla.
Hay que hacerla una vez en
la vida. Hay que experimentar esas curvas en las que ves el culo de tu Vespa de
lo cerradas que son.
Curveando por el Muraglione...¡a la chica que está detrás del poste no le han sentado bien las curvas! |
Hay que saber que se siente cuando un pastor alemán (un cánido...) irrumpe en la calzada a la entrada de una curva. ¡Bellísimo el paisaje!. Llegamos a Forli y tras un pequeño
incidente causado por mi poco cariño hacia el GPS que no hacía más que hacernos dar vueltas y vueltas por callejuelas cada vez más estrechas, me separo del grupo y no los
vuelvo a encontrar hasta la puerta del hotel en Rimini ( Hotel Apis, Viale Codroipo 27 Ribavella, Rímini). Desde aquí, les pido disculpas ya que mi comportamiento no fue de la corrección que se merecen.
Calor, esa es la tónica
general del viaje. Nos reunimos por fin en el hotel (donde ya estaba alojada la
otra pareja que asistiría con nosotros a Eurovespa, Goyo y Laura) y después del
ritual de siempre, equipaje, ducha, cambio de ropa, etc, buscamos algún sitio
para comer. Son las 15:00. Encontramos un “chiringuito” de playa en donde, nada
más abrir la boca para pedir de comer, se dan cuenta de que somos españoles ( ¿por qué será?). Comemos y a descansar un rato esperando por Goyo y Laura que
estaban en “La Rocca” (San Marino). Alguno se anima a probar el agua del Adriático y
sobre las 18:00 nos vamos contentos y cogidos de los manillares hacia San
Marino para formalizar la inscripción y bla bla bla.
Llegamos después de
muchas peripecias, localizamos el lugar de la concentración, nos dan una bolsa
con cosas muy bonitas, incluida una matricula de chapa con el logotipo de este año que no hay cristiano que le
encuentre lugar para colocarla en la Vespa. Nos encontramos con Manel y Marta
del Vespa Club Sabadell y con Pascual de Mama Vespa. El grupo crece, se hace incontrolable, salvaje, peligroso. Nos vamos a
cenar a un sitio verdaderamente espectacular,
¡Preparados para cenar!. de Izqda. a dcha.: Jerónimo, Jaime, Sonia, Manel, Marta, Laura, Goyo, Yo y Juan. Rubén hizo la foto |
Aquí también se dan cuenta de que somos españoles y nos asignan a un camarero sudamericano. Ya me está mosqueando el
tema. Cenamos bien y en mejor compañía, muchas risas, muchas anécdotas, muchas buenas historias...
Regresamos
al lugar de la concentración y me encuentro, casi por casualidad, con mis queridísimos Marcello y
Rita. Hablamos largo y tendido
con ellos y quedamos de ver si se puede solucionar un pequeño inconveniente: ¡vienen sin inscripción!.
Damos
vueltas por el “paddock”, asistimos a un concierto, al sorteo de una Vespa
(¡olía cosa fina a tongo!). Olvidaba a otro elemento
importante de cualquier evento vespista que se precie: don Luis Cuaresma, el eterno
portugués a lomos de su igualmente eterna T5, con sus eternos sesenta y tantos años.
Regresamos
bien entrada la noche al hotel en Rimini y en la bajada desde San Marino a la
llanura alguno quería hacer saltar los radares (jejeje). Cada vez
que íbamos del hotel a San Marino y viceversa eran, aproximadamente, 50
kilómetros; ¡una nadería!.
A dormir que mañana es
otro día (bueno, ¡si nos dejan los trenes que pasan por debajo de nuestra
ventana!).
SÁBADO 16 DE JUNIO. DÍA GRANDE O ¿A DÓNDE VAN TODOS ESTOS
EN VESPA?
Sábado 10:30. Llegamos al
lugar de la concentración y allí ya se está armando el pollo padre. Más de 4000
Vespas. 4000 y pico personas sobre ellas. Más de 4000 escapes escupiendo aceite sin
quemar.
¡Parte del "pollo" que se montó! |
Arranca la caravana para el paseo por las
carreteras de este pequeño, coqueto y peculiar país. El espectáculo es total.
Siempre lo digo y no me canso de
repetirlo, hay que estar allí, notar como se te pone la piel de gallina y como
va cogiendo temperatura el motor (¡ese día hay que añadir un pelín más de aceite
a la mezcla por si las moscas!). La caravana se desparrama por aquellas
carreteras, serpenteante, subiendo, bajando, retorciéndose, cruzando pueblos,
los lugareños aplaudiendo y tú sintiendo aquello como uno de los momentos más
especiales de tu vida.
Después de un larguísimo recorrido llegamos a la
explanada en donde íbamos a comer y de paso, a ver una exhibición aérea y de paracaidistas.
Volvemos a encontrarnos con Marcello y con Rita y empezamos a ver un rayo de luz en lo relativo a su falta de inscripciones...
Marcello feliz gracias a Jerónimo...ya tiene una inscripción. Falta otra... |
Comemos el “pranzo a
sacco” que nos dan, es decir, bocatas recocidos y agua caliente. Bueno, sin
queja, salvo por el bochornoso calor que hace. Vemos pasar a los aviones de la exhibición aérea y decidimos que salir de allí más tarde va a
ser como intentar no encontrar atasco a la vuelta del Morrazo un fin de semana
de Agosto.
Así que ahuecamos el ala antes de que salga todo el personal y, tan
ricamente, nos vamos con dirección Rimini a descansar al hotel.
Hoy, cómo es
el día grande y la noche de la cena de “gala”, hay que acicalarse, afeitarse y
vestirse correctamente (con unos vaqueros y un camiseta vale, salvo para
algunos ¡que van trajeados...!). A las 17:30 partimos, otra vez, para San Marino.
Me voy a hacer unas compras para la familia mientras el resto se
quedan en la zona de la concentración. Al rato nos reunimos y a las
19:30, con puntualidad británica, arranca la caravana, fragmentada en unos digamos, 500 trozos hacia el lugar de la cena, San Patrignano. Esto queda en
Italia ya que en la “Rocca” no había sitio que alojase a 4000 famélicos. La historia es que, al poco de arrancar hacia el lugar de la cena, me doy cuenta de que no llevo a nadie delante, con lo que no sé si voy bien o no y ¡veo por el retrovisor que me siguen unas 50 Vespas...!, ¡cosa que me preocupa dada mi facilidad para tomar el camino equivocado!. Finalmente, sin más contratiempo, llegamos al lugar en cuestión.
Conseguimos “arreglar” el problemilla de la falta de inscripción de Marcello y Rita gracias a Jerónimo que aportó la de su esposa que no asistió y a que alguien se encontró, casualmente, una tarjeta de
inscripción por ahí perdida (¿?). Aglomeración para entrar. Roces y apretones, carteras que
desaparecen, nos pican la tarjeta y ya estamos dentro. A cenar. Nos acomodamos
como podemos 26 hambrientos en una mesa de 24.
En la cena de "gala". De izqda. a dcha.: Marcello, Rubén, Jaime, Jerónimo, Juan, Yo, Laura, Goyo, Manel, Marta, Sonia y Rita. Luis Quaresma de pie con una copa de vino |
Tenemos un rifirrafe con una encargada de la
organización por el tema “sardo”. Por suerte se soluciona. La cena es lo de
menos (¡y tanto…!).
Risas, juerga, poco vino (era un centro de rehabilitación de
drogodependientes), para fumar hay que salir y te marcan a fuego, como al
ganado. Salió al escenario Alex de Angelis, dijo algo sobre Jorge Lorenzo, algo
así como “a questo figlio della putt...” no recuerdo más.
Se acaba la
cena y regresamos a Rimini... ¡otros 25 km!. Aprovechamos y nos vamos a una terracita a tomar
una cañita fresquita sentaditos en una mesita debajo de una sombrillita.
A dormir.
DOMINGO 17 DE JUNIO. LAS “STRADE BIANCHE” ITALIANAS O
REGRESA, SI PUEDES, A FLORENCIA.
Sobre las 11:00 salimos de Rimini con dirección y con buena intención, a Florencia.
Última foto de grupo antes de salir de Rímini. ¡No sabíamos lo que nos esperaba! |
Nos despedimos de Jaime que regresa a Burgos por carretera vía
Francia y de Goyo y Laura que él se vuelve por carretera y ella en avión. Se
programa el GPS de Jerónimo para evitar autopistas. ¡Y vaya si las evitó!. No nos llevó, evidentemente, por autopistas, tampoco por autovías, ni siquiera por carreteras nacionales... nos llevó por comarcales (hasta ahí ningún problema)...pero es que decidió que debíamos vivir una experiencia inolvidable y ¡nos llevó a la "tierra"!.
Las “strade bianche” son, literalmente, "carreteras blancas", de tierra blanca, calcinada por el sol y llenas de
guijarros. Después de muchos improperios dentro de la soledad del casco, de
vueltas y revueltas, llegamos a Galeata a las 14:00, primer signo de
civilización desde las 11:00 de la mañana. Fueron casi 2 horas inolvidables, de dar botes, de derrapar, de tragar polvo, de achicharrante calor, de sufrir por la amortiguación, de no ver un alma... ¡mucho menos una gasolinera!.
Comemos en un bonito restaurante
(adivinad...sí, con terracita y sombrillita) regentado por un muy amable y simpático matrimonio, L'osteria di Vìa Zannetti en Vìa Ferdinando Zannetti. Nos dieron de comer de maravilla, nos trataron mejor que bien, nos hicieron olvidar el polvo y el calor de camino.
Los propietarios de L'osterìa di Vìa Zannetti |
¡Reponiendo fuerzas después de las "strade bianche"! |
Nos despedimos de Rubén y de Sonia (fíjate en nuestra inclinación como homenaje a la Torre de Pisa...) |
LUNES 18 DE JUNIO. COMIENZA EL REGRESO O FLORENCIA DE DÍA
El
lunes es el día que tenemos para ver Florencia de día, con calma. Paseamos, nos
deleitamos ante la hermosa fachada de Duomo con su composición tricolor de mármoles: blanco
de Carrara, verde de Prato y rojo de Marenma ( hay que darle un toque culto a
esto, ¿no?). Paseamos con calma, recorremos lo básico para el tiempo de que disponemos: Piazza del Duomo, Vìa dei Calzaiuoli, Piazza della Signorìa, Piazzale degli Uffizi, Ponte Vecchio, Piazza Pitti y regresamos. ¡Maravilloso!.
Un servidor en Florencia |
Comemos en la placita de la terracita y las sombrillitas. Recogemos las cosas del hostal, pagamos, nos despedimos y nos vamos.
Ponemos
rumbo a Livorno y, como siempre, vamos mirando por el retrovisor, quedándonos
con la última imagen de Florencia en las retinas. Me traigo para casa un poco
de tierra florentina en un botecito.
Llegamos a
Livorno con mucho tiempo de anticipación. Nos sentamos en, ya lo sabéis, terracita...con sombrillitas...etc.
Nos vamos
al puerto a las 19:00. Nos encontramos con unos moteros españoles que
regresaban de ver Superbikes en Mugello. No se creían lo que les contábamos, de dónde veníamos y hacia dónde íbamos.
Subimos al barco.
Ducha, cena y a dormir. MARTES 19 DE JUNIO. OTRA VEZ MÁS AGUA
A las 20:00
salimos del puerto, ahora sí con el depósito lleno y en la autovía nos despedimos
de Jerónimo que se va hacia Cartagena. ¡Hasta la vista compañero!. ¡Qué grande eres!.
¡Qué grande eres Jerónimo! |
Cenamos de maravilla y nos dan una estupenda y enorme habitación, todo por un precio muchísimo más bajo de lo que te puedas estar imaginando. ¡Dormimos a pierna suelta preparándonos para mañana!.
MIÉRCOLES 20 DE JUNIO...¡O CÓMO CRUZAR ESPAÑA EN VESPA EN UN DÍA!
A las 05:30 en pie. Ducha, desayuno y arreando que es gerundio. No nos detenemos más de lo necesario. Hoy tenemos que llegar a Vigo y buena falta nos hará cada minuto.
Aprovechamos que nuestros “amigos” camioneros todavía duermen para quitarnos de encima el peor tramo. Vamos con buena temperatura, buen ritmo y buena carretera.
Llegamos a Zaragoza y nos perdemos durante una hora.
Pasamos
Soria, Aranda de Duero, Palencia y paramos en Benavente a comer. El cansancio comienza a hacer estragos. Tengo los músculos agarrotados y las manos prácticamente insensibles. Hace mucho calor.
Nos acercamos a Galicia
y, de repente, ¡se abren los cielos!. Lluvia y más lluvia. Subimos el Padornelo y la Canda en
reserva, muy, muy justita. Siempre nos pasa lo mismo. Vemos con alivio la
gasolinera de A Gudiña. Sigue lloviendo pero menos. Ya estamos cerca de casa, aunque el subconsciente tiende a
que cortes gas según te vas acercando a casa, posiblemente, con la intención de
que el viaje dure un poco más. Verín, Orense y, por fin, a las 20:30 entramos en
la Plaza de España, en donde nos esperaban, como tiene que ser, nuestros amigos vespistas, que nos habían acompañado
en espíritu, durante todo el viaje. Fueron 884 kilómetros en un día y ¡diez días inolvidables!. El año que viene...Cefalù (Sicilia).
Debo dar las gracias, como en otras ocasiones, a mi buen amigo Rubén por permitirme utilizar fotografías suyas en este blog.
Debo dar las gracias, como en otras ocasiones, a mi buen amigo Rubén por permitirme utilizar fotografías suyas en este blog.
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