domingo, 11 de diciembre de 2022

FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO 2023

    Estimados, fieles y queridísimos amigos-lectores de 10 Pulgadas: os saludo.

    Al igual que cada año, quiero agradecer vuestra asiduidad, lealtad y paciencia con este humilde cuaderno de bitácora en el que, a veces, os cuento cosas que me suceden sobre dos ruedas y un motor.

    Deseo, de todo corazón, que disfrutéis de una feliz Navidad y que el próximo año 2023 llegue colmado de cosas buenas para vosotros y vuestras familias y amigos.

    Con un bellísimo fresco de Giotto di Bondone, en la capilla de los Scrovegni de Padua, os envío un gran abrazo y mi agradecimiento por seguir aquí, en 10 Pulgadas.

    ¡Gracias, feliz Navidad y próspero 2023!

Natividad - Giotto di Bondone (1305)


jueves, 24 de noviembre de 2022

Galicia Calidade 2022...¡qué extraño!

  


     

    Extraño, así es como me encontré un sábado del mes de octubre cuando me vi rodando con tres docenas más de MG (Moto Guzzi). ¡Casi como un traidor al vespismo! (¡todavía a estas alturas! 😂). Fueron años, muchos años, moviéndome sobre Vespas, relacionándome con vespistas, asistiendo a eventos, más o menos multitudinarios, en los que ellas eran las protagonistas: Eurovespas, Vespaniadas, Iberovespas... Claro, uno ya se había acostumbrado a los usos y costumbres del clan y ahora tocaba, no hacer borrón y cuenta nueva- ¡eso sí que sería una traición!- sino acostumbrarme a otra manera de vivir las cosas que vivimos sobre dos ruedas y un motor. Hay muchas, muchísimas semejanzas- por mucho que a los más ortodoxos les duela- entre lo que vives y sientes sobre rueda grande o rueda pequeña y a las Vespas siempre les agradeceré el haberme dado la oportunidad de vivir momentos imborrables y de conocer a gente que ha influido tan positivamente en mi vida.

    Cuando compré esta mi segunda MG, me anoté, me apunté, me uní, me di de alta- cómo más te guste- en un foro de aficionados, seguidores, propietarios- cómo más te guste II- de la marca del águila (igual que en su día lo hice en el foro Iberoscooter primero y en Vespania después). "Guzzistas", así se llama el foro y, si te interesa, este es su enlace: Foro Guzzistas . A estas alturas pienso que el formar parte de uno de estos foros- en mi caso-, tiene más que ver con, llegado el momento, encontrar soluciones u orientación a algún posible problema de la montura, que con el acto de socializar o de pertenencia a un grupo: quedé muy escaldado, todavía no hace demasiado, de tanta socialización. He de reconocer que mi participación en dicho foro es casi testimonial, sin aportar nada relevante más allá del anuncio de nuevas entradas de 10 Pulgadas o responder a alguna demanda sencilla de algún miembro del foro: leo más que escribo, recibo más que aporto.

    He compartido, cómo en su día y espero que por muchos años con mi amigo Miguel, con un compañero de foro- Álvaro- alguna que otra mañana de domingo muy agradable. Hasta ahí me encuentro cómodo: con uno o dos amigos más- muy contados- rodando juntos. ¡Más es multitud!.

    No quiero adentrarme en el terreno de la cursilería y sospecho que de seguir así es en donde voy a terminar...así que, cambiamos de tercio.

    El Galicia Calidade es una reunión de fin de semana de amigos, conocidos, usuarios del foro "Guzzistas" que se celebra por tierras gallegas...al igual que en su día se hizo lo mismo en el foro "Vespania" y su ya legendaria "Vespaniada".



    No asistí todo el fin de semana, pero sí que lo hice el sábado.


    La ruta y el programa previsto para el sábado era, a grandes rasgos, el siguiente:

    - Salida desde Salceda de Caselas 

    - Ruta hacia Vilar de Mouros (Portugal)...¡por carreteras endiabladas!

    - Parada técnica (Sagres, Super Bock, etc) en las Azenhas de Vilar de Mouros

    - Visita al túnel romano de Couço de Monte Furado...lo que, con mi claustrofobia (me tuvieron que sacar de una máquina de resonancia magnética una vez por la vía de urgencia 😂), ¡fue una grata sorpresa el conseguir hacer todo el recorrido!

    - Comida, café, copa y puro, que disfruté cómo un enano (el puro no, que no fumo). Fue una comida agradable y, aunque los no iniciados no lo crean, no se habla solamente de motos 😀

    - Visita al Santa Tecla, que no por conocido deja de sorprender. Es un lugar maravilloso.

    - ...hasta aquí hicimos el amigo Álvaro y yo y a eso de media tarde nos volvimos, relajados y a un magnífico ritmo, cada uno para su casa.

Parada técnica. Azenhas de V. de Mouros

    
Azenhas de V. de Mouros

    No voy a soltaros mucho más rollo. En general me lo pasé muy bien, un poco tenso los primeros kilómetros por lo que explicaba al principio, pero a medida que avanzaba la mañana me iba encontrando más a gusto, más encajado.

Túnel de Monte Furado

    No ha sido un tema de ir lanzando caramelos a los niños y de caravana multicolor al paso de las poblaciones, no. Esto ha sido una reunión de personas con un denominador común que se han juntado para pasarlo bien y, de paso, conocerse los que no nos conocíamos y descubrir algún sitio que, teniéndolo cerca de casa, nos era- por lo menos para mi- desconocido.

La comida
    Resumiendo: un día (repito que yo solo asistí el sábado) redondo.
    Ahora, toca empezar a preparar la próxima. Me ha comentado el amigo Álvaro que hay una reunión que organiza, también, alguien de Guzzistas en Lécera, en la provincia de Zaragoza, allá por el mes de marzo. Apuntados estamos...¡son algo más de 900 km a recorrer en un día!...y ¡otros tantos de vuelta, más los que hagamos por allí!😎😋
    A continuación os adjunto el recorrido que hicimos...si no me equivoco, que fueron muuuuchas curvas!!!😁
    

    Gracias, amigos de 10 Pulgadas y disculpad la pobreza literaria de esta entrada...¡la cabeza no da para más últimamente! 😂

    

    

    


miércoles, 15 de junio de 2022

¡Aullaban los lobos!

     Correría el mes de septiembre de 1973 o 1974  cuando, cómo casi todos los años, viajábamos a Madrid a pasar unos días en casa de mis tíos Rosa y Pablo. No recuerdo si era el primer año en que lo hacíamos en coche o no...o, después del resultado, ¡el último!. Lo que sí recuerdo, perfectamente, es el coche: un Seat 800 de color verde. El ochocientos, para los más jóvenes, era un 600 con algo más de batalla- 180 mm más largo- para poder incluir dos puertas para el acceso a las plazas traseras: el 600 de cuatro puertas.

    

Mis tíos a la izquierda, mi madre a la derecha y mi hermana y yo. Casa Museo de El Greco (Toledo), muy probablemente parte de aquel mismo viaje de este relato

    Asientos de escay, cuatro velocidades, depósito de 27 litros, consumo rondando los 8 litros/100 km, maletero minúsculo en el vano delantero, motor y transmisión traseras, velocidad máxima, en condiciones muy favorables, de algo más de 105 km/h y un eterno y endémico problema de sobrecalentamiento, de la correa de la bomba de agua (por lo menos aquel) y de platinos.

    A estas alturas igual te estás preguntando qué demonios estoy haciendo en 10 Pulgadas hablando de un coche, ¿no?. Pues no, esto no va del coche- que también se merece unas líneas, el pobre-, va del viaje, de aquel viaje.

    En aquel año yo debía de tener nueve o diez años pero recuerdo perfectamente las peripecias para llegar desde Vigo a Madrid en aquel pequeño coche tres adultos- mis padres y mi abuela Juana- más mi hermana y yo, amén de maletas, bolsas, etc. ¡Una odisea!.

    Era uno de esos viajes que muchos de mi generación recordarán: se salía de madrugada y se llegaba...¡cuando se llegaba!

    Para los más jóvenes: no había ni autopista ni autovía, no había climatizador, no había navegadores, no había teléfonos móviles ni había coches seguros, cómodos o rápidos. Bueno, sí los había pero eran económicamente inalcanzables para la gran mayoría de las familias. Si tenías la desgracia de tener una avería- como fue nuestro caso-, tenías suerte si paraba un camionero o la Guardia Civil y, al llegar al próximo teléfono, avisaba de que había un coche averiado...y podían pasar unas cuantas horas hasta que llegase la ayuda. Igualito que ahora, ¿verdad? (por cierto, tampoco había chalecos reflectantes, triángulos plegables ni balizas luminosas...pero hemos sobrevivido).

    De aquel viaje recuerdo tres cosas: íbamos cómo sardinas en lata, salimos a eso de las 06:00 y tuvimos una avería subiendo el Padornelo. Vamos por partes.

    Aquellos viajes obligaban a salir de madrugada. Piensa que eran alrededor de 600 km que había que hacer con un coche que viajaba a unos 70/80 km/h en llano, 40/50 km/h subiendo y entre 80/90 km/h en bajadas y súmale que las carreteras eran lo que hoy sería clasificado como una carretera comarcal. Siempre recordaré las historias que contaba mi padre de cuando trabajaba de camionero y hacía la ruta Vigo-Madrid (con frío/calor, nieve, de noche con camiones de los años 40/50...): el ancho de la calzada en los puertos de montaña obligaba a que si se cruzaban dos vehículos, uno se tuviese que orillar para dejar paso al otro. Hoy nos quejamos de que el climatizador no enfría lo suficiente...

    En el caso de que todo fuese bien, a Madrid llegábamos después de unas buenas 12 horas...¡sí, 12 horas!, vamos que salías de madrugada y llegabas casi para la cena.

    En el caso de que no todo fuese bien, tenías que armarte de paciencia, rezar algo y encontrar una solución rápida y económica.

...el 800
    

    Ese fue nuestro caso, nuestra odisea. Recuerdo que mi padre siempre se ponía muy nervioso- no se le podía ni hablar-, muy concentrado, escuchando cada jadeo del pequeño motor que nos iba cociendo a los que íbamos en el asiento trasero, al llegar a las temidas portillas de La Canda (1260 m) y, sobre todo, El Padornelo (1381 m).

    No existían, todavía, ninguno de los túneles que permitían salvarlas- se inauguraron en 1975-, por lo que había que subirlas a pecho. Hoy en día casi ni te enteras de que los pasas.

    En aquel viaje algo eléctrico falló en el coche, supongo que sería la bobina o el condensador de los platinos. El caso es que conseguimos, a duras penas, llegar a lo alto del puerto de Padornelo. De aquella, lo recuerdo muy nítidamente, existía una gasolinera y la envolvente del edificio que hoy es el hotel-restaurante Padornelo. Funcionaba el restaurante pero no el hotel, ya que todavía no estaba rematado el edificio. El repuesto no llegaría hasta la mañana siguiente, por lo que no nos quedó más remedio que hacer noche allí. Recuerdo a la buena señora del restaurante decirle a mi madre que podíamos dormir en la zona del hotel pero que tendríamos que apañarnos como pudiésemos ya que ¡no todas las dependencias tenían ventanas! y, por supuesto, no había baños funcionales.

El hotel-restaurante en Padornelo (foto actual)
    ¡Menudo panorama!. No recuerdo lo que cenamos pero sí recuerdo tener que deshacer las maletas para buscar pijamas e irnos a dormir con un cierto fresco, aunque estuviésemos en septiembre.

    Supongo que la noche transcurrió sin incidencias ya que no recuerdo a nadie de los presentes comentar nada al respecto.

    Lo bueno llegó por la mañana, a mí, me refiero. A la hora de la micción matinal pregunté a mi madre en dónde lo hacía. Solamente me señaló hacia el exterior, al monte raso y pelado del Padornelo. Era muy de mañana, hacía mucho frío, muchísimo. Comencé a orinar y a mitad de la micción...¡lobos aullando!, a mucha distancia, eso sí, pero a un mocoso de ciudad de 9 años lo sueltas de madrugada, casi sin luz, a orinar sobre el suelo granítico de aquel monte yermo y comienza una aullante sinfonía de lobos y el susto fue morrocotudo. Se me cortó la meada, y ¡salí de allí pitando hacia la cierta seguridad de aquel edificio sin terminar!.

    Aquello se me quedó grabado a fuego y cada vez que paso por allí- bueno, ahora por la autovía y el túnel nuevo-, lo recuerdo con una cierta mezcla de pavor y de jocosidad.

    Creo, amigo lector de 10 Pulgadas, que ya sabes por donde van los tiros.

    Para rematar la faena, mi cuñado me comentó hace un tiempo que le gustaría hacer el mismo recorrido por la carretera nacional, ajustándose lo máximo posible al trazado original. ¡Cómo no!, le gustaría hacerlo con un coche clásico, tipo Citröen 2CV (motor bicilíndrico, refrigerado por aire-aceite, 2 válvulas por cilindro...si no fuese un boxer,¡podríamos estar hablando de un motor Guzzi!).

    En estos momentos estoy en tiempo de descuento hacia otra actividad laboral y, por ahora, tengo bastante tiempo libre.

    Aprovechando que llega el buen tiempo, pero todavía no hay demasiada gente pululando por ahí de vacaciones, me planteé hacer A Canda y El Padornelo a la antigua usanza: utilizando solamente carretera nacional y, en lo posible, ciñéndome lo máximo al trazado original.

    De este trazado original quedan pocos quilómetros, que han pasado a la red viaria de la provincia de Zamora con la nomenclatura ZA-106. 

    Decidí salir temprano porque la planificación me decía que tardaría casi cuatro horas.

    A las 11:15 arranqué con lo de siempre hecho: revisión general, aceite y gasolina. Nada de navegador.

    La única pega que le veo hoy en día a transitar por carreteras nacionales- que hoy sirven, únicamente, para comunicación entre poblaciones próximas-, es la de siempre: las travesías (cruzar poblaciones) que ya de siempre han ralentizado la marcha, pero es que hoy en día entre semáforos, rotondas, resaltes y bobalicones al volante, se hacen bastante insufribles.

    El primer tramo, hasta Ourense, lo hago por lo que queda de la N-120, hoy en día A-55 hasta la salida 12 en Mos (frente al edificio de la UTE- Conservación carreteras). Aquí vuelvo al trazado original que ya no abandono hasta la rotonda del Puente Ribeiriño en Ourense, en el que enlazo con la N-525 que me llevará hasta el final de la ruta en Puebla de Sanabria.

    En este primer tramo, el de la N-120, hay de todo: travesías, altos muy agradables de hacer en moto (Fontefría, 790 m.s.n.m.) y tramos muy relajantes (a partir de Ribadavia hasta la entrada en Ourense, bordeando el embalse de Castrelo de Miño y el propio río).

    Cruzar Ourense...bastante agobiante, cómo cualquier otra ciudad de un cierto tamaño. Hasta pasado el Polígono de Barreiros no se empieza a aclarar el tráfico y puedo volver a ir relajado. 

    Bueno, a ver: realmente esto es lo que sucedía en aquellos viajes repletos de travesías, camiones lentísimos, subidas interminables...en Ourense perdí algo en norte de esta salida, aunque lo recuperé pronto.

    Tramos pesados en la N-525 me quedaban dos: las travesías de Xinzo da Limia y Verín...¡igual que hace cincuenta años, o peor, bastante peor!. Continúo.

    A Gudiña. Uno de los nombres míticos de los viajes a Madrid, junto con El Padornelo, Puebla de Sanabria, Benavente, Tordesillas, Adanero... Cuando llegabas a La Gudiña había que parar, sí o sí, a comer un bocadillo de jamón y dejar enfriar el motor del ochocientos, que ya había llegado hasta allí con el capó abierto para refrigerar mejor y prepararlo para las grandes pruebas que le esperaban. Yo no paré, crucé despacio e incluso me pareció entrever, difuminado en una niebla de cierta nostalgia, a algún esforzado conductor echando agua al radiador de un 600, de un Simca 1000 o un Pegaso o un Barreiros con un eje roto o alguna de las miles de averías que se sufrían en aquellos tiempos y lares.

    El alto de O Cañizo (1085 m.s.n.m.) era la primera gran prueba de fuego para aquellos heroicos coches de nuestra niñez. Allí se empezaba a forjar el éxito o el fracaso en la titánica tarea de alcanzar la Meseta.

    Los cuatro cilindros del ochocientos lo entregaban todo subiendo este alto que hoy en día los dos cilindros y la inyección de Sa Niedda ¡se comen con patatas!.

    Buen asfalto, tráfico casi inexistente y trazado de curvas amplias que invitan a una conducción relajada y muy estimulante. Las comparaciones que mentalmente, de forma inevitable, voy haciendo son abrumadoras cuando escarbo en la memoria para poner en la balanza lo que debía de sentir mi padre procurando no apretar demasiado a los escasos 29CV de aquel coche y lo que voy sintiendo yo sobre la Guzzi...y eso que no es una moto de última generación.

    Por un momento se me pasa por la cabeza meter en la ecuación comparativa una tercera incógnita: la de un automóvil actual. Desisto ya que me parece casi obsceno comparar el ochocientos con un coche de hoy en día.

    Huelo que se acercan. Se perciben en el aire. En cuanto rebaso A Vilavella, ahí está el primero de los grandes: A Canda.

    

Entrada al túnel de La Canda por la N-525
    Me quedo un rato allí recordando todo lo que te he contado de como se sufría para llegar hasta allí y lo sencillo que es hacerlo con un vehículo de hoy. Y eso que este tramo no se corresponde con la original (la que ha pasado a ser ZA-106).
    Aquí un vídeo de la subida:
    

    Arranco que todavía me queda hacer el Padornelo y voy teniendo un agujero en el estómago.

    La idea, hoy, es llegar hasta Puebla de Sanabria, comer allí y regresar.

    Algún día me plantearé hacer un completo Vigo-Madrid. 

    La bajada la hago siguiendo el recorrido de la N-525...vale, el original es el que va por la ZA-106. Muy buen trazado en paralelo a la A-52 hasta que, bruscamente, se termina. ¡Ojo!, hay que andar un poco atento. Se termina después de una rotonda bastante traicionera. Sospecho que más de uno se habrá metido en sentido contrario en la A-52.

...¡Ojo con la rotonda y el desvío!

    Delante de mí va una Ducati Multistrada que me hace de guía. 

    Ahora sí, este es el trazado original (ahora ZA-106). Los primeros metros se encuentran en muy mal estado (el de la Multistrada debe de ir de lujo con esas suspensiones de trail-asfáltica) y se están reparando. Una vez pasada la zona de obras me encuentro con 10 km de carretera en bastante buen estado, de curvas continuas y de un paisaje de sierra francamente imponente.

    Cruzo Lubián y Aciberos y vuelvo a enlazar con la N-525 ya directo hacia Padornelo y la entrada del túnel.

    Aquí os dejo un vídeo de la subida:

    


    Al pasar por delante del hotel...¡cómo no recordar aquella hazaña, odisea, aventura!, llámalo cómo quieras.

Acceso al túnel de Padornelo por la N-525
   El hambre azuza. Enfilo la bajada por una carretera sin tráfico, bien asfaltada y de curvas amplias y rápidas, que me lleva hasta Puebla de Sanabria.

    Busco un lugar para comer, rumiar todo aquello y descansar. Me doy cuenta en ese momento de que sí, de que realmente sí estoy cansado. Son las 15:30 y llevo más de cuatro horas seguidas sobre la moto.

    El regreso no tiene demasiada ciencia: autovía A-52 desde Puebla de Sanabria hasta Vigo. A estas alturas, el viaje por autovía, con su monotonía y un molestísimo y constante viento frontal, se hace muy fatigoso.

    Llego a casa dos horas después, ¡¡¡cansado pero feliz!!!.

    P.D. ¿la moto?, 4,5 litros/100 km y sin más que reseñar. Perfecta.

    ¡Hasta la próxima!

    10 Pulgadas