sábado, 15 de febrero de 2014

EUROVESPA 2005. KLAGENFURT (AUSTRIA). CRÓNICA DE UN VIAJE INICIÁTICO



EL CARTEL DEL EUROVESPA 2005


LOS DOS PROTAGONISTAS

    ¿Por qué viajar en una Vespa, o en general sobre cualquier otra moto, desde un humilde ciclomotor hasta una mastodóntica moto de gran turismo (algún día escribiré algo sobre el complejo del tamaño), cuando en avión, coche o tren se hace de una forma más cómoda y rápida?. Lee lo que viene a continuación y, si te apasionan las motos, seguro que lo entenderás; no se puede viajar de otra forma al encuentro de miles de vespistas que seguimos fieles a la pequeña avispa italiana.
    Una semana antes de partir, todavía no sabía si podría hacerlo. Como siempre, el trabajo organiza nuestras vidas, mucho más allá de lo que nos gustaría.
    Los dos que hemos protagonizado esta historia somos:
    - Lily Marlene (*), una Vespa PX 200 MY98 de 5 años y totalmente de serie
    (*) Bautizada así en el Eurovespa 2004 de Lisboa
    - Un servidor, de 40 años y, todavía, enganchado a las Vespas.
    ¿Qué lleva a alguien a realizar un viaje como este?; básicamente dos razones.
    La primera, reencontrarme con mis amigos del Vespa Club Cagliari, a los que conocí, casi por casualidad, en Lisboa.
    La segunda, seguramente la que mueve a casi todos los viajeros: conocer gentes y lugares, pero, sobre todo, ¡vivir!.
    A estas, añadiría una más, la de viajar de una forma diferente a la de la mayoría de los mortales.
    Aunque fueron pocos los días, bastaron para hacerme una idea bastante clara de Italia y de Austria.
    De la primera- de Italia- estoy enamorado desde que tengo uso de razón y que, después de este primer viaje, convertiría- sin lugar a dudas- en mi segunda terra mater, me impresionó su luz, los colores, la amabilidad de todos aquellos a los que traté, los edificios, los paisajes, la comida. Igual son muchos tópicos, pero así fue.
    De la segunda- de Austria- lo impresionante de la parte del país que recorrí- la región de Carintia-, el comportamiento cívico en extremo de las gentes del lugar, la limpieza...
    Una vez solucionados los impedimentos laborales, rápidamente comienzan los preparativos.
    Lily a revisión- casi rutinaria-, que incluyó: cambio de aceite, bujía nueva, los dos neumáticos, cambio de los cables del cambio (2), acelerador y embrague, cambio de la junta de la tapa de este último que goteaba algo de aceite y algunas compras de última hora consistentes en un reloj digital- barato 😂- para colocar en el manillar, una red elástica...que al final no utilicé, una pila para la linterna y poco más.
    Con los nervios propios de un viaje de este calado- sobre todo por los ánimos que me daban la mayoría de mis conocidos acerca de "eso" con lo que iba a viajar-, el domingo antes de la salida se organiza una comida familiar de "despedida"...¿creerían que no llegaríamos?. ¡Ilusos!.
    Malas noticias llegan a la hora del telediario: una borrasca se desplaza por todo el norte de la península hacia el Mediterráneo, justo mi ruta desde Vigo a Barcelona. Esa noche apenas pude dormir.
    
¡LLEGA EL GRAN DÍA!
    
    Toca diana a las 05:30. Ducha, desayuno y a guardar cosas de última hora.
    Voy a recoger a Lily al garaje, coloco todo en su sitio- ¡cuánto es capaz de cargar una Vespa!- y sucede el primer contratiempo: se me rompen las gafas graduadas.
    Arranco a las 07:20. A la gasolinera a llenar el depósito y comprobar la presión de los neumáticos y enfilo rápidamente la Avenida de Madrid; ¡que San Corrado d'Ascanio nos proteja!.
    La previsión es hacer sobre 170 km con cada depósito de gasolina, a una velocidad- de velocímetro- entre  90 y 110 km/h, en función de la orografía, la temperatura, el viento, etc. Se cumple a la perfección; primera parada en Verín (Ourense), 174 km y 2 horas exactas. 
    A partir de aquí, y pasados los nervios y la excitación de los primeros momentos, todo empieza a transcurrir  con monótona tranquilidad; los lugares empiezan a pasar ante mí como en una pantalla de cine: A Gudiña, los antes temidos puertos de A Canda y O Padornelo, Puebla de Sanabria, Benavente...¡y empieza a apretar el calor de verdad!.
    Ante la previsión de mal tiempo, ¡me había equipado más propiamente para, digamos, un mes de Febrero y clima austríaco que para un mes de Junio y meseta castellana!: chaqueta, pantalón, botas, calcetines...¡todo era para clima invernal!. No queda más remedio que aguantar- ¡peor hubiera sido al revés!- y continúo mi cabalgada hacia Tordesillas y Valladolid, en donde me armo el primer lío del viaje en mmi búsqueda de la carretera hacia Soria. Muy amablemente, dos agentes de la Guardia Civil de Tráfico me indicaron- algo perplejos al conocer mi destino 😅- la dirección correcta. ¡Gracias!.
    A estas alturas de viaje- llevo casi 450 km y 5 horas rodando-, el cansancio empieza a dar señales de vida y aunque descanso un poco y estiro las piernas cada 2 horas, aprovechando los repostajes, la espalda se empeña en recordarme que lleva tras de mí 40 años.
    
DESCANSO EN LAS AFUERAS DE VALLADOLID

    Pasado Valladolid, me dedico- para no aburrirme demasiado- a meterme detrás del parabrisas e ir escuchando el monótono y regular- cual reloj suizo- sonido del pequeño monocilíndrico italiano. Funciona perfectamente, sin sobresaltos.
    Paso Peñafiel con sus extensiones de viñedos, Aranda de Duero y empiezo a ver unas amenazadoras nubes negras que se van acercando.
    A unos 20 km de Soria empieza a chispear. Nada importante; por suerte, apenas se mojan los guantes y me da tiempo de llegar a Soria a las 17:00 seco y sin más problemas.
    Encuentro un hostal en el centro a un precio ajustado, además de un aparcamiento a cubierto para Lily. ¡No puedo pedir más!.

¡A POR LA OTRA MITAD!

    Salgo a las 08:00 con la idea de llegar a Barcelona con calma y a tiempo para embarcar hacia Génova a las 19:30. Tengo un buen margen de tiempo.
    
SALIENDO DE SORIA (41.771003, -2.248466 - COORDENADAS DEL LUGAR)



    Buena carretera -N-122- y poco tráfico hasta Tarazona. a partir de ahí, el número de camiones en los dos sentidos hace muy incómodo el rodar.
    Pasado Zaragoza empiezo a cruzar la zona de Monegros y me vienen a la memoria imágenes y recuerdos de las maniobras militares que hice por aquellas tierras. A partir de Zaragoza decido tomar la autopista para evitar el cansancio que produce rodar con tantos y tantos camiones que van sacudiendo a la pequeña Vespa como si fuese la hoja de un árbol. Fraga, Lérida y, aproximándome a Barcelona, ¡impresionante bajada hacia el Bruc y tremendos 30 minutos de agua y viento con los que me recibe la Ciudad Condal!. Son las 15:00 y tengo por delante algo más de 4 horas hasta que me dejen embarcar.
    La primera parte del viaje ha finalizado sin ningún contratiempo mecánico o personal.
    Me entretengo todo ese tiempo en canjear las reservas por los billetes, comer y beber algo y observar, sobre todo observar las gentes y el ir y venir del puerto. Aparecen dos italianos sobre una P200E, que la pobre había conocido tiempos mejores; ¡tenía más partes oxidadas que sanas en su chapa y el motor sonaba bastante acatarrado!. Iban de regreso a su tierra después de una gira ibérica.
    Abren los tres grandes portones de aquel "cascarón" de más de 200 metros de eslora, 9 cubiertas de pasaje, 4 de garajes, discoteca, restaurantes, piscina, gimnasio...¡un auténtico hotel flotante!. Nunca había tenido la oportunidad de estar en un barco de tales dimensiones.
    Dejo a Lily en uno de los garajes y subo a mi cubierta para dejar el equipaje a buen recaudo. Para economizar algo, compré un billete sin camarote, solamente con butaca. La diferencia de precio era importante. 
    Aunque soy de puerto de mar, mi experiencia marinera es escasa: recorridos típicos por la Ría hacia el Morrazo o Cíes, de 50 minutos como mucho y mar resguardado. La perspectiva de 18 horas de balanceo mediterráneo no me era muy atractiva.
    Al final, ni el haber dormido en butaca- muy cómoda- ni la duración de la singladura, supusieron ningún problema, molestia o cansancio. Me quedé dormido pronto y dormí bastante bien.

¡ITALIA A LA VISTA!
    
     A las 07:00 me despierto y me voy a cubierta. No hay nadie. Está amaneciendo, el mar está calmado y el aire es limpio, salino y fresco.

EN ALGÚN LUGAR DEL MEDITERRÁNEO



    Navegamos a unas 3 millas náuticas de la costa francesa.
    Después de un abundante desayuno, vuelvo a cubierta y me paso un par de horas haciendo fotos a las poblaciones que se divisan en la costa, a tomar el aire y el sol ¡y a un total y casi absoluto dolce far niente!.


ALGUNA POBLACIÓN DE LA COSTA FRANCESA

    Una hora antes de llegar a puerto hay que recoger equipaje y dirigirse al punto de concentración desde el que se desembarcará. Me dirijo al que me corresponde y, ¡por fin! se divisa Génova.


¡INESPERADO RECIBIMIENTO EN GÉNOVA!


    Veo a alguien que me resulta conocido. Me acerco a él, entablamos conversación y resulta que habíamos coincidido en el Eurovespa de Lisboa el año anterior. Es Jerónimo, de Cartagena, todo un caballero, vespista y motero como pocos, que a sus 62 años se dirige, también, a Austria con un Piaggio X9 500.
    Decidimos hacer el viaje juntos e ir yo delante al ser, de las dos, la moto más lenta y poder marcar un ritmo adecuado.
    ¡Por fin desembarcamos y pisamos suelo italiano!.
    Los primeros instantes de circulación por Génova hasta la autopista pasan sin ser muy conscientes de nada: emoción, tráfico bastante caótico, búsqueda de la dirección correcta..., solamente vas pendiente de seguir los carteles indicadores y ¡de que no te tiren al adelantarte!.
    Pasados unos 20 km el tráfico se tranquiliza y, por fin, empiezo a ser consciente de todo lo que me rodea: ¡estoy en Italia y rodando sobre uno de los iconos italianos por excelencia!.
    Casi sin querer se me escapa un largo grito de alegría y de liberación de tensión. ¡He de reconocer que un par de lágrimas de emoción también!.
    Ahora tengo un nuevo entretenimiento: ver por los retrovisores la ancha silueta de la X9 detrás de mí.
    Los paisajes son increíbles, entre túnel y túnel, a ambos lados de la autopista. Los Apeninos nos acompañan durante una buena cantidad de kilómetros.
    Hacemos unos 160 km y decidimos para en Cremona a dormir.
    Llegados a este punto, debo decir que ni Jerónimo ni yo llevábamos más ayuda que una cartografía básica consistente en unas hojas de papel con mapas de internet con el recorrido general, a una escala con poco detalle.
    Entramos en Cremona y nos pusimos a buscar un alojamiento y una farmacia para que Jerónimo pudiera comprar un determinado medicamente que necesitaba y que se había dejado en casa.
    Trato excelente en la farmacia, en la que se esforzaron hasta conseguir entender qué medicamento era el que necesitaba y dispensárselo. Además, nos indicaron que al otro lado de la calle teníamos un hostal de buen aspecto y precio.
    Para allá nos vamos. Nos quedamos una habitación doble, descargamos el equipaje, ducha y a buscar una sitio para cenar.
    Encontramos, por indicación de la muy amable dueña del hostal, una trattoria (Locanda del Contadino) muy cercana. Nos atendieron de maravilla y cenamos una descomunal tartera de spaghetti frutti di mare...¡que no fuimos capaces de mediar, siquiera!. 
    A dormir, ¡cansados pero felices!.
    
EL HOSTAL DE CREMONA
    
¡DIRECCIÓN AUSTRIA!
    
    Nos levantamos a una hora decente, nos aseamos, desayunamos y nos preparamos para partir con dirección NE. Al ir a pagar, la dueña me muestra una tarjeta postal de "unos chicos españoles que se han alojado aquí": ¡una banda de música juvenil de Redondela 😂!. ¡Qué pequeño es el mundo!.
    Para avanzar, ya que hoy tenemos casi 500 km, decidimos ir por autopista, aunque sean caras y es un estado bastante, digamos educadamente, lamentable.
    En Verona abandonamos la autopista para repostar y...¡Jerónimo se va al suelo!. Afortunadamente no hubo más consecuencias que un retrovisor de la X9 algo tocado y ¡una ciclista italiana echando pestes contra aquella mole gris plata que se le venía encima!.
    Salimos de Verona y regresamos a la autopista. Queremos avanzar. Pasamos Vicenza y paramos a echar una ojeada rápida a Venecia y decidimos hacer una visita un poco más extensa al regreso.
    Nos colamos un peaje en la autopista al no estar habituados al tipo de pago en cada caseta...nos metimos por la que, aquí, sería el equivalente a un telepeaje y no tenía máquina para pagar. Nada, ¡pasamos entre la barrera y la caseta de al lado!.
    Empezamos a encontrarnos tráfico lento que termina en una retención. Más de 10 km de coches detenidos en la autopista por el accidente causado por un camión que se había saltado la mediana y había impactado con otro. Resultado: choque con incendio en nuestro lado. La ventaja de viajar sobre dos ruedas es que las retenciones...¡casi no existen!.
    Nos encontramos, en la cabeza de la retención y esperando a que restableciesen el tráfico, con dos compañeros vespistas del Vespa Club Civitavecchia y acordamos hacer parte del recorrido juntos. Ellos se quedan a hacer noche en Udine, mientras que nosotros continuamos: ¡queremos llegar ya!.
    
LOS AMIGOS DEL V.C. CIVITAVECCHIA

    
    De repente te das cuenta de que el paisaje cambia; empiezas a ver montañas enormes a lo lejos que te anuncian la proximidad de los Alpes Cárnicos y de Austria y Eslovenia.
    Paramos en la última área de descanso italiana, repostamos y nos preparamos para meternos de lleno en la majestuosidad de aquellas montañas.
    Túneles y más túneles, cauces de ríos alpinos- secos-, montañas varias veces más altas que las que tenemos en Galicia y, de repente, un cartel: ¡Austria, 1 km!.

¡ENTRANDO EN AUSTRIA!


    ¡Nos hemos pasado el cartel!. Marcha atrás por el arcén- nada, unos pocos metros- y foto obligada.
    Al entrar en Austria hay que comprar la patente, cosa que no hicimos por desconocimiento y tuvimos la gran suerte de no tener que dar explicaciones de por qué no la teníamos a ningún polizei
    Rodando muy tranquilos por aquellos parajes con paisajes de postal, llegamos a Portschach a las 19:00. Fue otro de los momentos emotivos del viaje: ¡después de un año sin vernos, mis amigos sardos y yo nos volvemos a encontrar!.
    
CENA DE REENCUENTRO CON LOS AMIGOS DE CERDEÑA


    Ha sido un año difícil de trabajo, de ahorro, de vencer obstáculos, de muchos kilómetros en solitario para poder llegar aquí. 
    Un pensamiento no me abandonó en todos los días que estuve allí: "no me puedo creer que esté aquí".
    Al día siguiente nos vamos a cumplimentar los últimos trámites de la inscripción y aprovechamos el resto de la mañana para ejercer de espectadores, y de actores al mismo tiempo, en el village (centro neurálgico del Eurovespa). Vespas y vespistas de todos los colores, razas, cilindradas, modelos, preparaciones, idiomas y lenguas diversos...Hay que estar allí para verlo, creerlo y disfrutarlo. Es una moderna Torre de Babel en la que se mezclan diferentes lenguas pero un petardeo característico: el sonido Vespa.
    Durante el resto de la mañana nos dedicamos a recorrer la zona: Villach- en donde visitamos el museo de la moto y del coche antiguo-, Krumpendorf y Klagenfurt. Va siendo hora de meter algo al estómago.
    Filippo tiene un fino olfato gastronómico y a la hora de comer nos encuentra un lugar espectacular y con una cocina que satisface el paladar más exigente y, además, ¡a precio de menú del día!.
    Acabamos de comer y regresamos al village. Vayas por donde vayas, no hay carretera; hay una enorme masa de Vespas moviéndose de un lugar a otro, a veces, por el simple placer de exhibirse. ¡Fantástico!.

¡CONTÁBAMOS CON AYUDA ESPIRITUAL!

    Cerca del village encontramos un lugar en el que quedar embobado mirando el paisaje y la belleza del lago Wörthersee es casi obligatorio. Casi se divisan los primeros picos de la muy próxima Eslovenia.
    Regresamos ya de noche al centro del village y nos tomamos unas buenas- pero carísimas- cervezas en medio de todo aquel meollo.
    Ves preparaciones increíbles, modelos que ni imaginabas que existiesen, tipos curiosos...

UN EJEMPLO DE LO QUE ALLÍ SE PODÍA VER


   Pasamos la tarde de esa guisa, viendo y asistiendo a aquel espectáculo.
    A la hora de la cena nos reunimos algo más de una docena de hambrientos y dimos buena cuenta, entre risas, anécdotas y buen rollo, de una cena espectacular.

CENANDO CON LOS AMIGOS SARDOS EL VIERNES


MÁS AMBIENTE VESPISTA

    Hoy es sábado, el día grande del Eurovespa.
    A primera hora nos vamos de excursión, que nos ocupa toda la mañana, hasta Klagenfurt. Es la gran parada
    El momento de la salida es impresionante, ¡con un par de miles de Vespas formando una nube de humo de motor de 2T densa como el puré de guisantes!. Nosotros tardamos- ¡y no éramos de los últimos!- más de media hora en poder salir del recinto. Calculo que la caravana de la gran parada ocupaba algo más de 3 km de una carretera llena de Vespas en todo el ancho. Bueno, todo Vespas no, todo hay que decirlo: ¡había alguna prima hermana Lambretta infiltrada! 😉.
    Recorremos el perímetro del Wörthersee entre aplusos de los peatones y bocinas de saludo de muchos automovilistas que asisten, atónitos, asombrados y encantados, al paso de aquella caravana tan peculiar. Por cierto, ni una sola mala cara he visto y eso que habría muchos a los que la retención les estaría haciendo perder su tiempo. Gente educada.
    De regreso a Portschach nos arreglamos para la cena de gala y...¡sorpresa!: nos ponen autobuses para llevarnos al lugar de la cena en Klagenfurt. Se ve que no querían un río de Vespas de noche, con los pilotos contentos después de cenar de regreso al village. Lógico.
    Eso sí, después de haber pagado 56€ de inscripción no es normal que te cobren 4€ por el bus para la cena y, mucho menos, que ya sentados a la mesa te quieran cobrar- y te cobren- 2,50€ por cada cerveza.


LA CENA DE GALA CON LOS AMIGOS SARDOS


    Aquí sí que se notó mucho la diferencia con la cena del Eurovespa de Lisboa del año pasado, que fue muy animada, con bebida gratis por doquier, bien servida, buena comida...en fin, no siempre puede salir a gusto de todos. Estuvo bien, muy bien.
    Realmente la cena nos importaba poco, lo importante era estar con los amigos, los de antes y los que habíamos hecho esos días.
    Jerónimo estaba empeñado en darle unos recuerdos de su Cartagena a Christa Solbach (la Presidenta de la Federación Internacional Vespa, la F.I.V.) y al final, harto de no conseguirlo, acabó por regalárselos a Rita y a la novia de Mirco, que se lo agradecieron de todo corazón. ¡Un gran tipo Jerónimo!.
    Volvemos a ver a Jordi Balart (Jerónimo me lo había presentado justo antes de desembarcar en Génova) y algunos españoles más de los que, lamentablemente, no recuerdo los nombres. Una lástima no poder nombrarlos.
    Como espectáculo, la cena fue muy germánica, algo sosa y se echó en falta, por ejemplo, la entrega de los recuerdos a los clubes en el escenario, que siempre da un toque bonito.
    Eso sí, después de la cena hubo bailoteo y jarana ¡hasta que el cuerpo aguantó!.
    De regreso en el autobús, hubo que aguantar durante media hora a la horda germano-británica bien cocidos en alcohol.

EL REGRESO A CASA

    Nos levantamos temprano, recogemos las cosas, cargamos las monturas, desayunamos y nos despedimos de nuestros amigos con un "hasta pronto", que en mi caso es muy pronto, ya que a finales de Julio me voy a Cerdeña con la familia a verlos.
    
NOS DESPEDIMOS DE LOS AMIGOS. CON RITA Y MARCELLO


    A las 10:30 nos vamos...¡mirando a cada momento por los retrovisores la tierra que vamos dejando atrás!. 
    Decidimos autopista solamente hasta la frontera italiana en Tarvisio y, a partir de aquí y hasta Udine, cruzamos los Alpes por una carretera de ensueño entre montañas, asfalto impecable, curvas de vicio y muchas, motos motos de "rueda grande" que nos ven pasar o nos pasan con un cierto asombro.
    
REENTRANDO EN ITALIA  CERCA DE TARVISIO


    Tal y como prometimos, paramos en Venecia para verla de cerca.
    Aparcamos las motos al lado de la estación de tren  nos vamos caminando, puente arriba puente abajo, cruza que te cruza canales y canalillos, hasta que, ¡por fin! y después de 2 horas de caminata, desembocamos en la Plaza de San Marcos.
    Un espectáculo maravilloso. Hacía calor, muchísimo calor húmedo pero valió la pena por poder admirar, aunque solamente fuese, ese maravilloso conjunto arquitectónico que conforman Duomo, Campanile, Palazzo Ducale, Ponte dei Suspiri y la propia Piazza a los pies del Canal Grande.
    Después de una hora de dar vueltas por allí y de hacernos unas cuantas y obligadas fotografías, nos subimos a un vaporetto y en poco más de media hora nos encontramos de nuevo subidos en las monturas camino del "continente".
    
EN VENECIA



    No llevábamos un plan de viaje. No sabíamos en dónde pararíamos a cenar, a dormir, etc.
    Arrancamos y nuestra ruta la iba marcando aquella gente a la que íbamos preguntando ¡por dónde se iba para Génova!.
    Tardamos algo más de lo debido en salir de la parte "continental" de Venecia (Mestre) y, finalmente, nos encontramos rodando por carreteras secundarias sin una idea muy clara- bueno, ¡sin idea!- de por donde íbamos.
    Se nos empieza a hacer de noche. La PX necesita gasolina y me pongo en modo "conducción eco". Pasan los kilómetros y no hay ni una gasolinera abierta a la vista.
    Finalmente, y ya en el límite del depósito- casi 9 litros entraron en aquel repostaje in extremis-, encontramos una gasolinera.
    Nos comenta un paisano que andaba por allí que los domingos, la mayoría de las gasolineras cierra, quedando unas pocas de guardia. ¡No lo sabíamos!. ¡No sabíamos en dónde estábamos, íbamos a saber lo de las gasolineras!.
    Una vez repostados, reemprendemos la marcha y ¡nos empieza a caer la tormenta del siglo!...bueno , no sé si del siglo pero, por lo menos la de la temporada. Once de la noche, lloviendo a mares ¡y no sabemos en dónde estamos!.
    Al cabo de 2 horas de aventura, nos encontramos, casi como en una película, con un cartel en el que se leía, entre las gotas de agua que caían iluminadas por el mortecino haz de luz de mi Vespa, el salvador nombre de una población: ¡Cremona!.
    Evidentemente no nos lo pensamos dos veces y nos dirigimos al mismo hostal en el que habíamos dormido a la ida.
    ¡Cerrado!. Es la una de la madrugada y hacemos levantar a la dueña. Sin un mal gesto- un cartel en la puerta decía, claramente, que no se admitía después de las 23:00- nos admite y, ¡además!, nos indica en donde podemos encontrar, ¡todavía!, algo de cenar.
    Mientras Jerónimo se hace cargo de todo nuestro equipaje y de la habitación, yo me voy en busca de la trattoria salvadora de nuestro apetito. ¡Otros que también estaban cerrando!.
    Mi aspecto desamparado debió de hacerlos compadecerse de mí y reavivando el horno de leña- todavía caliente- me prepararon dos enormes pizzas y me suministraron unas latas de refresco por unos asombrosos ¡14€!.
    Allá como pude, acomodé las pizzas sobre Lily y me volví al hostal...¡a duras penas ya que no recordaba por dónde se volvía!. ¡Llegué!. 
    Cenamos en el patio del hostal a la fresca a eso de las 02:00, con un balsámico silencio a nuestro alrededor y el cielo por techo...por suerte, ¡había dejado de llover!. A dormir que mañana hay más.

JERÓNIMO Y YO


    A la mañana siguiente, bien descansados y mejor desayunados, ponemos rumbo a Génova. 
    Elegimos carreteras generales y secundarias que nos van mostrando bellos rincones de la llanura padana y, más tarde, de los Apeninos. ¡Qué pena de no tener en ese momento una cámara de vídeo para poder ir grabando aquel viaje y tener ahora que depender de la memoria para recordarlo!.
    ¡Llegamos a Génova!.
    Nos encontramos en el puerto con algunos de los amigos de Cerdeña que esperan su barco. Tenemos unas cuantas horas por delante y las pasamos hablando de motos, viajes, la familia, la vida...De vez en cuando se acerca algún curioso- de los que también esperan para embarcar su coche- y nos pasamos un rato contándole de dónde somos, de dónde venimos, a dónde vamos...
    ¡Embarque!.
    Otra vez 18 horas de barco hasta Barcelona que pasan con la misma monótona rutina de la ida.
    Nos encontramos en el barco con Balart y con algunos compañeros del Vespa Club de Lérida. Nos tomamos unas cervezas con ellos y charlamos hasta que el cuerpo aguanta.
    Nos vamos a dormir.
    Al día siguiente, la misma rutina de siempre: desayuno, fotos, paseos por cubierta...
    Llegamos a Barcelona a eso de las 19:00. Enfilamos- ¡sin dudarlo!- hacia la salida de la urbe. En el área de servicio del Penedés nos encontramos con otro compañero vespista: Quique (¡gracias por enviarme las fotos!).
    Charlamos un poco, repostamos y nos despedimos. Jerónimo con dirección Tarragona, yo  dirección Lérida.
    ¡Nuevamente rodando solo!.
    
EN EL ÁREA DE SERVICIO DE PENEDÉS (FOTO DE QUIQUE)



    Comienzo a rodar a buen ritmo, ese ritmo que llevas cuando estás feliz, la carretera ayuda y la Vespa va "suelta".
    Toda esa felicidad se esfuma, bruscamente, al pasar Lérida.
    Nuevamente anochece y comienza a caer una de esas tormentas de verano con fuerte aparato eléctrico que meten miedo.
    Por la autopista ruedo lo más rápido que puedo- sobre 110/115 km/h- y que me permite la climatología. Veo caer los rayos a 100 metros del arcén. Me paro debajo de un puente a reflexionar y a esperar a que escampe.
    Después de media hora, decido continuar ya que esto no tiene trazas de parar.
    Voy empapado por fuera, aunque por suerte la ropa va haciendo bien su trabajo y mantiene el agua en el exterior.
    La única pega es la pantalla del casco. Se me había caído al suelo- el casco- en la espera del embarque en Génova rajando la pantalla. Ahora, lloviendo fuerte, se me filtraba algo de agua hacia el interior. Algo molesto por momentos pero nada problemático.
    Al llegar a la altura de Candasnos, sobre las 22:30, decido salir de la autopista y buscar un sitio para pasar la noche.
    Recuerdo el estado de mi cuenta corriente y opto por buscar un alojamiento económico...¡muy económico!.
    Encuentro un hostal a pie de carretera en la salida de Candasnos en el que el dueño, viendo mi lamentable estado exterior me ofrece una magnifica y enorme habitación, una estupenda cena, techo para la Vespa y desayuno al día siguiente por una cantidad irrisoria.
    Ceno y me voy a dormir. Conducir ya anochecido y con tormenta me ha agotado.
    A la mañana siguiente me levanto fresco y muy descansado.
   ¡Carretera y hacia casa!
    Llego a Zaragoza y decido darme una vuelta por la ciudad. Después de un vistazo rápido a la Basílica del Pilar busco la carretera de Soria.
    A partir de aquí, el viaje se convierte en un agradable contrarreloj de camino a Vigo. Agradable pero algo monótono. Incansablemente, los kilómetros van pasando bajo las pequeñas ruedas de Lily: Soria, Aranda de Duero, Valladolid, Tordesillas, ¡deshaciendo el camino!.
    A partir de Tordesillas el calor se vuelve agobiante, mucho viento lateral. Paso Benavente, Puebla de Sanabria y...¡el susto!: Lily se para en medio de la autovía. La primera milésima de segundo piensas en lo peor: un montón de kilómetros hechos, un calor agobiante con el gas a fondo casi siempre...¡gripado!.
    Agarro rápido la maneta del embrague y me paro en el arcén...¡menos mal que me coincidió una zona a la sombra!.
    Vuelvo a arrancarla y noto como si le faltase gasolina. Me tranquiliza que no hubo bloqueo de la rueda trasera, eso descarta el gripado. Retiro el filtro del carburador, limpio los surtidores, vuelvo a montar todo- 10 minutos, no es nada complicado- y todo vuelve a funcionar correctamente. Algo de suciedad en el carburador.
    Ese fue el único incidente "serio" que tuve en todo el viaje y se solucionó muy rápido...¡con algo de susto pero rápido!.
    Continúo rápido hacia O Padornelo, A Canda, A Gudiña, Verín, Ourense y al llegar a Ribadavia, ¡no puedo más!.
    Paro en el área de servicio y ¡me tiro en la hierba a la fresca!.
    Llevo hechos hoy 815 km y todavía me quedan 70 km para llegar a Vigo.
    Tengo que autoconvencerme para continuar. Mis músculos se niegan a moverse.
    Entro en Vigo a las 22:00 después de 885 km hechos ese día.
    Al día siguiente Lily me llevó a trabajar ¡cómo si no hubiese vivido absolutamente nada de lo que has leído!. ¡Gran chica!


¡GRAN CHICA, LILY!

  

  
EL RECORRIDO