sábado, 25 de julio de 2015

La VII Vespaniada. 2012 - Hellín (Albacete)



      Siento, tengo que confesarlo, una gran debilidad por los viajes en general y, por los hechos sobre 2 ruedas, en particular, aún siendo consciente de que hoy en día han perdido parte de su carga “heroica”, de su cierta dosis de “sufrimiento”, que se aúnan con decisión, afición y convencimiento, aderezado, eso sí, con una pizca de arrojo (por no llamarlo locura).
Reconozco que la sola idea de comenzar a planificar, aunque sea mínimamente, un viaje, me recompensa casi tanto como la realización del mismo.
Y este viaje no iba a ser menos. En principio no tenía pensado hacerlo.
El Eurovespa de Londres tenía que ocupar su lugar en la futura memoria viajera de éste que escribe pero diversos problemas, apuntillados por un poderoso motivo personal, que no viene al caso, me hicieron desechar la visita a la capital de la Pérfida Albión. 
No podía, ni quería, quedarme sin una buena ración de kilómetros y amigos este año, así que fue tomando fondo y forma la asistencia a la Vespaniada de Hellín.
El planteamiento mezclaba una cierta dosis de escapada de lo cotidiano (algo que debería ser obligatorio de necesidad cada cierto tiempo), con las ganas de ver, nuevamente, a muchos amigos a los que hacía tiempo que no les echaba el ojo, al tiempo que ponía voz y cara a muchos otros y otras asiduos de Vespania y una pizca de desafío. Me explico. 
La mayor distancia que, quien suscribe, había realizado, en una única jornada, sobre una Vespa, eran los 880 kilómetros que separan Candasnos, en Huesca, de mi casa en Vigo (vía Zaragoza, Tarazona, Soria, Aranda de Duero, Palencia, Benavente). Esta travesía la hice dos veces. Una primera vez en el año 2005, en solitario, al regreso del Eurovespa de Klagenfurt (Austria) y, una segunda vez, dos años después, al regreso del Eurovespa de San Marino, las dos veces sobre una PX 200. Trataba el desafío de averiguar hasta dónde llega, o puede llegar el binomio máquina/ piloto en una sola jornada, sin cometer excesos estúpidos, claro!. La conclusión, al final.

Lista, casi, para viajar

Con estos planteamientos sobre la mesa me planto en una semana antes de la partida. 
El primero de los preparativos, evidentemente, es la revisión de la Vespa y aquí no puedo más que fruncir el ceño al recordar el resultado de esta revisión que, en principio rutinaria, acabó por amargarme bastante el viaje. No voy a entrar en una estéril búsqueda de responsables del fallo, clamoroso, del conjunto del variador, fallo que se podía haber evitado... El caso es que el estado en el que funcionaba la transmisión no permitió, en ningún momento del viaje, superar los 120 km/h de marcador (aproximadamente 108 km/h reales). La causa se encontró días después de mi regreso al desmontar nuevamente el conjunto de la transmisión y encontrar el casquillo que va entre el eje del cigüeñal y el variador soldado a éste último. Bueno, eso ya pasó, no quiero removerlo más. El resto de la revisión tampoco fue totalmente correcta pero dejó, además de mi bolsillo limpio, a Toscanina, según me aseguraron, lista para viajar. ¡Ni de broma!. 
Del resto de los preparativos nada que destacar especialmente. El atuendo habitual (con revisión de costuras, limpieza, estado de cremalleras y poco más), los contenedores de equipaje habituales, etc.
El clima tampoco acompañaría, así que con la Vespa medio tocada de transmisión y el equipaje colocado, me encuentro a las 9:30 de la mañana del viernes 20 de abril enfilando la Avenida de Madrid y con 911 kilómetros por delante. Para más inri , el día anterior, se había quemado (literalmente) el cable de alimentación del GPS, por lo que viajaría con él apagado, encendiéndolo solamente, al aproximarme a Madrid y a Hellín. ¿La causa de que se "quemase" el cable?. En el taller habitual, en aquel momento, montaron los cables con la polaridad invertida-sin comprobarlo- lo cual provocaba que todos y cada uno de los cables que probaba se achicharrasen ( me cargué unos cuantos de compañeros de trabajo...¡os pido perdón!).
La cansina y pertinaz lluvia, que tan bien conocemos los del norte, me acompañó, sin demasiado entusiasmo todo hay que decirlo, hasta pasado Orense, siendo sustituida desde ahí y hasta el punto de destino, por un fuerte, obstinado y racheado viento, por suerte, ligeramente de cola. La lluvia no me gusta pero llego a soportarla, pero el viento consigue ponerme de mal humor.
Realmente no tengo demasiadas incidencias que contar del viaje en si. La GTS es cómoda, muy cómoda y, salvo la falta de rendimiento del conjunto de la transmisión, el viaje fue bastante rápido y placentero, con unos consumos bastante contenidos, teniendo el cuenta el viento y la transmisión, del orden de los 4/ 4,2 litros cada 100 kilómetros ( en buenas condiciones ronda los 3,7 / 3,9 litros cada 100 kilómetros).
Paré a comer en Villacastín, tuve que perseguir un ticket del peaje que salió volando por la explanada de acceso a la AP-36 (al final conseguí ponerle el pie encima, jejeje!), llamé a mi casa para decirles que me encontraba entre Pinto y Valdemoro (realmente es que me aburría y recordé el chiste) y a las 19:15 me encontraba aparcando en el recinto de la reunión. No está nada mal para esta Vespa!. Lo primero que se me pasó por la cabeza al aparcar en Hellín es que si tuviese que hacer 200 kilómetros más, los haría sin ningún problema (bueno, ese es el siguiente reto...).

De izqda. a dcha.: Pere, Goyo y un servidor

Al primero que vi fue a Pere..., después a Sergio, a Goyo, a Javier, a Carlos, a Mamu, a Jaime, etc, etc. Si no fuera por que tenía que dejar el equipaje en el hostal ya me hubiese quedado allí después de inscribirme. Al tener tan poquitas horas para reunirte con esta gente magnífica quieres, lógicamente, aprovecharlas al máximo.

Mítica foto: Sergio, Antonio, Alfonso, Yo y Raúl
 
Dejé el equipaje en el hostal, me duché con agua fría...(después me enteré de que los grifos funcionaban al revés...) y me reuní, nuevamente, con los de antes y algunos más. 
La compañía de buena gente es, infinitamente, más poderosa que el cansancio. Con esto quiero decir que el poquito de cansancio que tenía (¡qué cómoda es la GTS...!) desapareció al reencontrarme con unos y con otros en el picoteo que nos brindó la Organización.

¡La compañía de buena gente hace olvidar el cansancio!: Javi "Pontedera", Diana y Jaime "109". 

A una hora bastante decente me acosté.
El día siguiente, sábado, venía completito y cargado de cosas buenas. 
Después de la ducha, el desayuno de rigor y la comprobación de niveles (en ciudad gasta bastante aceite pero en carretera ni gota...!) repostaje y caminito del recinto para la salida en grupo.

En el parque cerrado de Hellín

 Esta fue una experiencia fantástica, tanto por el recorrido, la compañía, la organización y...ese almuerzo con que nos deleitaron a las 11 de la mañana!!!. Que grandes!!!.
¡Esto, entre pecho y espalda a las 11 de la mañana!

 Durante el almuerzo tuve el inmenso placer de conocer a Antonio Veciana. Si, iba preparado a la Vespaniada con “su” libro, ¡cómo no!.
¡Con Antonio Veciana!

 La ruta, repito, fue espectacular, sobre todo, el tramo del rio Mundo.
Siguiendo el recorrido del río Mundo. ¡Espectacular!

 La parada para comer a una hora absolutamente adecuada ( después del almuerzo de las 11...) y, no me canso de repetirlo, la compañía, la organización y la comida, perfectas. De regreso a Hellín aproveché para descansar un poco en el hotel, ducharme y prepararme para la cena.
Monumento a la Vespa con "side" de "Amanece que no es poco". En Ayna.

 Esta fue otra “bestialidad”, evidentemente en el buen sentido de la palabra!. Perfectamente organizado el aparcamiento, las viandas, el sitio... y como colofón las palabras emocionadas de Antonio Veciana, el recuerdo de Santiago Guillén...
La entrega de trofeos, a los postres, comenzó a marcar el final (para algunos el principio) de aquella velada magnífica. No voy a entrar en detalles sobre el premio al participante más lejano...ejem.

¡La de cosas que podría contar la PX de Pere!

Me despido de todos los que puedo ya que al día siguiente arreo carretera y manta de vuelta a casa.
Al llegar al hotel el problema de todos los regresos: ¿cómo guardo todo esto en las bolsas?. Allá cómo pude apañé todo el equipaje dejándolo dispuesto para el día siguiente.
Toca diana temprano, el ritual de siempre y, casi sin darme cuenta, a las 09:30 de la mañana, ya estoy rodando otra vez. Hasta Madrid se me hace un suspiro el viaje y, un suspiro, es lo que duró lo que quedaba de batería al GPS. Justo feneció entrando en uno de esos túneles de la capital que se hacen interminables. Lógicamente me perdí. Salí del túnel como pude, busqué algún sitio para preguntar, encontré una gasolinera y, al cabo de media hora, volvía a estar en marcha. Paré en el Guadarrama a comer y depósito a depósito me fui acercando a casa a la que llegué a las 19:30. ¡No está nada mal 925 km en 10 horas!.
El año próximo el Eurovespa es apetecible (¡cómo casi todos!) pero es que me ha quedado tan buen sabor de boca (igual que en la primera de Toledo) que me estoy planteando asistir a más Vespaniadas. ¡Ya veremos!.
¡A los organizadores y a los asistentes un 10!. 
Me he traído un gratísimo recuerdo de todos vosotros, a los que ya conocía y a los que he puesto voz y cara y eché mucho de menos a los que me faltaron...
P.D. la conclusión del desafío del principio: ¡si el año próximo viajo al Eurovespa os la contaré, jejeje!

Recorrido de ida y vuelta



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