domingo, 2 de febrero de 2014

EUROVESPA 2004 – LISBOA (PORTUGAL). EL RENACIMIENTO

El logotipo de Eurovespa 2004

De izqda. a dcha.: Un servidor, Filippo, Silvio, Marcello y Rita
             
    Este título tiene, lógicamente, su explicación. Al final del relato puede que te quede claro. Lo que aquí se cuenta se escribió, en su día, años después de haber sucedido.
    Quisiera contaros algunas cosas antes de narrar lo que fue el viaje a Lisboa. Contaros, por ejemplo, que mi primera moto había sido una Lambretta Li 150 comprada por 15000 pesetas de la época (hoy 90,00 €) allá por el año 1984 a la que se le caían los cófanos cada vez que pillaba un bache. No fueron ni una ni dos veces las que tuve que detenerme para ir a recogerlos unos cuantos metros más atrás. 
    Contaros también que la siguiente fue mi querida y nunca bien ponderada, hasta ahora, "6000" (los que la conocen ya saben que es una Vespa 200 DN, lo de "6000" se debe a su matrícula) con la que descubrí la magia y el veneno, todo hay que decirlo, de viajar sobre dos ruedas. 
      
La "6000"


                     Que después de la "6000" vino el pase a la rueda grande (Moto Guzzi 850 T reconvertida a Le Mans con megáfonos Lafranconi, carburadores Dell'Orto de 40 mm con trompetillas, amortiguadores Koni, el mítico chasis Tonti de la V7 Sport y más cosas...) y que, en 1990, dejé de lado las dos ruedas para centrarme en los estudios y demás “cosas” serias. 
    Esa sequía de dos ruedas duró demasiado. En Diciembre de 2003 finalizó esa larga marcha por el desierto que supuso no rodar en moto, no sentir todas esas cosas que sentimos los que sabemos de que va esto y no necesitamos contar ( más que nada por que al final acaban sonando demasiado a tópico). 
    Total que un buen día, en un momento personal en el que buscaba de nuevo el norte...al final acabé encontrándolo nuevamente, localizo una Vespa PX 200 color verde "enigma" (no sé de dónde sacarán los de Piaggio esos nombres tan sugerentes...) con freno de disco, mezclador, arranque eléctrico, muy nueva, en muy buen estado y, de aquella todavía, en muy buen precio. El caso es que estuve a punto de no comprarla ya que se cruzó, antes que ella, una Yamaha SR 250 tirada de precio. Con el trato de la japonesa casi cerrado dí marcha atrás y me decidí por la italiana. Acerté plenamente. Al día siguiente, por el mes de Octubre de 2003, de verla, la pago, hago el papeleo y salgo montado en ella a la calle. Curiosamente la sensación que tuve fue la de que no habían pasado más que unos días desde la última vez que había montado y, sin embargo había pasado más de una década.

"Lily Marlene"

    Un par de meses para despertar actitudes y aptitudes dormidas, que no olvidadas y, de nuevo el azar, bendito azar (hay tres ocasiones en las que el azar me ha cambiado la vida para bien...), me pone en las manos una antigua revista Solo Moto en la que se hablaba del Eurovespa de Barcelona en 1986. Creo que lo leí veinte o treinta veces durante una semana. Todavía hoy la conservo y la repaso de vez en cuando. Conocía Eurovespa desde hacía años pero, hasta ese momento, lo había tenido enterrado en algún lugar profundo de la memoria. Y salió a la luz y, a partir de aquel momento, ya nada fue igual, hasta hoy y, esperemos que para siempre. 
    De inmediato y, aprovechando la facilidad, ya en aquel momento, de buscar en Internet, busco y encuentro información sobre el próximo Eurovespa y, sorpresa, se celebrará en Lisboa, cerca de casa, con lo que el viaje no debería ser demasiado problema (hay que recordar que llevaba años sin rodar sobre dos ruedas), en el mes de Julio de 2004 ( estamos, aproximadamente, en Febrero de ese mismo año). 
    El subidón de sustancias euforizantes en mi ánimo fue indescriptible. Inicio una frenética actividad de búsqueda de información sobre alojamientos, rutas a seguir, qué llevar, que revisar en la Vespa...
    Siguiendo con el hilo, el primer escollo con el que me encuentro es el de la inscripción. Siendo neófito en estas lides de asistencia a tan magno evento leo, en la página de la organización del Vespa Clube de Lisboa,  que es condición indispensable para asistir ser miembro de un Vespa Club reconocido por la F.I.V. (Federación Internacional Vespa, hoy extinta). Y yo no lo era. Hacía años, recuerdo, que había existido el Vespa Club de Vigo, incluso tengo alguna fotografía de mi primera Vespa con una pegatina del mismo.
    Busco, rebusco y localizo la dirección de dicho club. Curiosamente se trata de la misma dirección que el, por entonces, concesionario Vespa en Vigo. Allá me voy. Les cuento mi problema y ellos no saben nada de cómo está actualmente el club ni de quien puede darme información. Con un cierto desanimo me pongo a buscar una solución que encuentro gracias al presidente del Vespa Club Torrelles, al que localizo en un conocido foro y que, después de conocer el caso, me ofrece la solución: su Vespa Club está reconocido por la F.I.V. y él no tiene ningún problema en certificar que pertenezco a dicho club. Todavía hoy se lo agradezco. De esta forma puedo inscribirme en Eurovespa 2004 como único miembro asistente del Vespa Club Torrelles. Esto daría lugar a una curiosa anécdota. 
       Se va acercando el día y los nervios y la ilusión se hacen cada vez mayores a la vez, todo hay que decirlo, que la inquietud por el desenlace del viaje. Insisto en que hay que recordar que hace más de una década que no viajo sobre dos ruedas y el tiempo nos da una perspectiva errónea de las cosas. En los años 80 la Vespa andaba bien por carretera general y se desenvolvía, mínimamente, por autopista (con sus limitaciones, claro).  Ahora, iniciado el siglo XXI las cosas parecían haber cambiado. La Vespa seguía siendo la misma (bueno un poco mejorada) pero los que circulaban por las carreteras y autopistas no eran los automóviles y camiones de los 80. Los de ahora corrían mucho más y la diferencia de velocidad con la Vespa era más acusada lo que aumentaba la sensación de inseguridad. Lo bueno es que a todo se acostumbra uno y casi mejor dejar las autopistas para cuando sea estrictamente necesario. 
       Volvamos al tema. Digamos que una semana antes de la partida, más o menos por el 1 de Julio, tengo la inscripción hecha, la Vespa revisada, la tienda de campaña, el saco de dormir, la colchoneta, la cámara de fotos, las chancletas de la ducha y el cepillo de dientes listos. Llega el día. Jueves 8 de Julio a las 8 de la mañana. Me lanzo a la aventura. La Vespa cargada que parece, la pobre, un caracol. Llevo media casa a cuestas (con el tiempo y los viajes vas dejando cada vez más cosas en tierra). No llevaba chaqueta de "moto", no llevaba pantalón de "moto", no llevaba botas de "moto"...pero si llevaba una enorme, inmensa, ilusión. La idea es rodar, en principio por carretera general siempre que pueda y , en el hipotético caso de algún incidente, recurrir a mi primo Antonio que vive en Oporto para que me diese cobijo. Debo decir que la pobre Vespa (que en ese viaje se bautizó, con media botella de Oporto, como Lily Marlene), a partir de ahora Lily, había sufrido un agarrón de pistón hacía dos semanas e iba con pistón nuevo y cilindro repasado con lo que debía llevar un poco de cuidado. Hago la primera parada en Caminha para evaluar las primeras sensaciones, mías y de Lily. El resultado es muy positivo. Llevo buen tiempo, tráfico fluido, el motor va fino, voy cómodo, relajado, con la pantalla de casco levantada y, además, no tengo prisa por llegar. Tengo todo un día para hacer 500 km. 
    Ya no recuerdo hoy, exactamente, todos los pormenores del viaje pero si recuerdo haber llegado perfectamente a Oporto, lo que a aquellas alturas ya me parecía un pequeño milagro, haberme perdido, por supuesto no llevaba navegador ni siquiera un mísero mapa de carreteras, después en Aveiro, lo que me llevó a tomar la autopista y, a partir de aquí, aburrirme hasta la saciedad durante algunas horas a 80 km/h en la autopista camino de Lisboa. 
    Paré a comer un bocadillo y un café en algún lugar hoy perdido en la memoria y a las 5 de la tarde entré, emocionado -todo hay que decirlo y no hay que tener miedo a parecer cursi ya que las emociones existen, las tenemos y es bueno que las sintamos, expresemos y vivamos- entro, decía, en Lisboa y la sensación de felicidad y alegría que me invade es difícil de explicar. Lo que sí recuerdo muy bien es que los últimos 20 km antes de Lisboa los hice repitiendo una especie de "mantra" que decía: "no te rompas ahora, no te rompas ahora..." Si en ese momento hubiese finalizado el viaje ya lo habría dado por bueno. Pero ¡qué lejos estaba de saber que aquello no hacía más que empezar e iba a ser el comienzo de una hermosa historia!. Lo primero que decido hacer es dirigirme al parque cerrado que está situado en el entorno de la Torre de Belém. 

Parte del aparcamiento en el entorno de la Torre de Belém

    Ya por el camino, callejeando sin tener ni idea de por dónde se va a la Torre de Belem, voy notando el ambiente. Empiezo a ver muchas Vespas, solas o en grupos.
   Muchos automovilistas saludan con la bocina, o bajan la ventanilla y te hablan en los semáforos, te preguntan de dónde vienes, cuantos km has hecho, te felicitan y animan...       ¿Nunca se te ha puesto de la piel de gallina al mismo tiempo que se te humedecen los ojos?. Sí, ¿verdad?. Pues eso es lo que sentí yo. 
    Llego a Belém y algo estalla en mi cabeza. Lo que había leído sobre el Eurovespa de Barcelona en el 86 me había preparado, más o menos, para aquello...¡pero no del todo!.         Aquello era algo que superaba, con creces, cualquier cosa que yo hubiese imaginado (lo que vendría en años posteriores sería la confirmación de la belleza de este evento).
    Sinceramente estaba en el cielo. Aquello no era tocar la felicidad con la punta de los dedos, ¡era agarrarla completamente!.
    Cuando me recupero acabo de tramitar mi inscripción, me dan mi tarjeta, mi bolsa de obsequios y recuerdos y me uno a un grupo que va hacia el camping de Monsanto.
  Una vez allí monto la tienda (ya no recordaba como se hacía pero me quedó bastante resultona), la “amueblo” y me siento a la fresca esperando a una hora prudencial para cenar en el propio camping y meterme en el saco. 
    El camping estaba al completo de Vespas, Vespas y más Vespas. Pero mis planes cambiaron en un momento. Estando a la fresca, como ya he dicho, se me acercó un “vecino” de parcela a saludarme, ver mi Vespa y charlar un ratillo. Bueno lo de charlar es un decir por que yo de italiano sabía lo justo y el bueno de Marcello, que así se llamaba y se llama, venía desde Cerdeña con su mujer Rita, su primo Silvio y sus amigos Filippo, Mirco y Nicola; usando una mezcla efectiva de idiomas vamos entendiéndonos.
    Total que, en vez de cenar yo solo en el camping me voy con ellos a cenar pescado en el Bairro Alto de Lisboa y a beber unas cervezas aprovechando la magnífica temperatura que teníamos.
   La cena resultó maravillosa. Son un grupo singular de personas, totalmente diferentes en lo personal, en lo profesional, pero con un nexo común: la Vespa. No nos hemos separado, es un decir, desde aquel día. Nos hemos vuelto a ver en Klagenfurt, en Cagliari, en Turín, en San Marino...; nos escribimos con frecuencia y seguiremos haciéndolo mientras no haya nada que nos lo impida, ¡claro!.
 Pasamos una noche maravillosa descubriendo lo mucho que las personas pueden llegar a tener en común siendo de sitios tan diversos. 
    Nos sorprendió la madrugada intentando convencer a dos policías municipales de que nos dejasen ir por dirección prohibida...¡no teníamos ni idea de por dónde regresar al camping!; ¡lo conseguimos!. Uno de ellos se colocó al final de la calle para cortar el poco tráfico que había, ¡mientras el otro nos aconsejaba que fuésemos con cuidado!.  
    Los días siguientes del Eurovespa fueron de descubrimiento en descubrimiento, de emoción en emoción.

¡Indimenticabili!

    Rodar, por primera vez, con otros 1500 vespistas, es algo que impacta.

Rodar, por primera vez, con otros 1500 vespistas, es algo que impacta

    Recorrer las hermosas carreteras de Lisboa, Sintra, Cabo da Rocha, la hospitalidad natural de los portugueses... todo se alió para que de allí saliese un combinado perfecto.

Un alto en el camino. Cascais - Estoril

    Aquello me abrió los ojos, me hizo ver que Vigo no debía seguir más tiempo sin un Vespa Club. Allí empezó a gestarse el Club Scooter Clásico Vigo. 
   Al mismo tiempo conocí a algunos componentes de los “Sexinite”, club de Vigo que yo no conocía y a los que traté durante un tiempo, manteniendo, todavía hoy, buen trato con ellos.

En el "Cabo da Rocha"

    La cena de gala del sábado se celebró en una nave del puerto de Lisboa bien acondicionada.

La cena del sábado

La cena, las viandas y el vino, excelentes, la compañía inmejorable. ¿Qué más se puede pedir?.

La cena del sábado. De izqda. a dcha.: Silvio, Filippo y yo.

    La anécdota que comenté al principio sucedió durante la entrega de recuerdos a los participantes. Cuando me tocó subir al escenario a recoger el recuerdo en nombre del Vespa Club de Torrelles me encuentro con que el que me lo va a entregar es el presidente del Vespa Club de España y el hombre, que conocía a los componentes del V.C. Torrelles, me dice que yo no soy de ese Vespa Club, que no me conoce, que quién soy y me somete a una especie de tercer grado hasta que le aclaro la situación. Sin comentarios. Finalmente me hago con la bolsa de los recuerdos y en unión de mis amigos sardos nos dirigimos a completar la noche.

Recogiendo los recuerdos

    Al salir del lugar de la cena bautizamos oficialmente a nuestras “niñas” con botellas de Oporto cedidas, generosamente, por los camareros que, tan magníficamente, habían servido la cena. Acabamos celebrando el Eurovespa en el Bairro Alto.
    Al día siguiente, domingo, con un cierto malestar de cabeza, nos dirigimos al parque cerrado de Belém para participar en la gran parada por las calles de Lisboa que ponía punto y final a  aquel hermoso evento y servía, al mismo tiempo, como muestra de agradecimiento al pueblo de Lisboa por su fantástico recibimiento, su amabilidad y generosidad con todos nosotros. 
    Comimos en el recinto de la Expo ya planeando el viaje del siguiente año al Eurovespa 2005 en Klagenfurt (Austria).
    Regresamos al camping de Monsanto, descansamos un poco y yo empiezo a recoger mi “chalecito” y a cargar a Lily, nuevamente, como a una burra. Ahora todavía peor ya que a todo lo que había traído tengo que sumarle los recuerdos que he comprado o me han dado.
    Me despido de mis amigos italianos, sintiendo que una parte de mi se queda con ellos, que todavía hoy sigue con ellos; la forma en que me recibieron, en que me acogieron, en aquel momento extraño y complicado de mi vida, la tendré presente mientras viva. Gente como ellos no se encuentra todos los días.

¡Grazie amici!

    Enfilo a las 5 de la tarde la carretera que me lleva hacia el Norte, hacia casa y me hago 500 km casi sin darme cuenta, absorto en saborear, digerir y disfrutar todo lo que había vivido durante los últimos cuatro días. En el viaje de vuelta ni me preocupé de si el pistón era nuevo ni de si el cilindro estaba recién bruñido. A las 12 de la noche estaba de vuelta en casa. Cansado, eso sí, tanto que esa noche Lily durmió en la calle; ¡ni ganas ni fuerzas tenía de bajar a guardarla!.
Los siguientes días, meses y semanas fueron un continuo contar y volver a contar a familiares, amigos y conocidos lo que había significado aquel viaje. Creo que fui pesado, muy pesado, pero tenía que hacerlo, necesitaba hacerlo. Las horas de carretera en solitario y las experiencias vividas me ayudaron a encajar muchas cosas.  Estaba que desbordaba de alegría con lo que había vivido. 
Comencé a preparar el viaje del año siguiente. Austria ya no eran 500 km ni cuatro días. Había que planificar muchas más cosas. Los cuatro días pasados en Lisboa más las decenas de e-mails cruzados con los italianos me sirvieron para “perfeccionar” mi italiano, algo que me sería muy útil el siguiente año. Pero esa es una historia que podéis leer en el relato del 2005.
No tengo muchas fotografías de aquel viaje. Realmente estaba tan desbordado por los acontecimientos que ni se me ocurría tirar de cámara. Hay pocas, de mediocre calidad, aunque las buenas, las intensas, las profundas, las más hermosas, las conservo, todavía hoy, en la retina.
Serían tantas las personas a las que tendría que agradecer cosas que permitieron que este viaje llegase a buen fin que no tendría espacio para citarlos a todos. Así que daos por agradecidos.
Este fue el final de la “Edad oscura” sin dos ruedas y un motor y el comienzo del Renacimiento. Con todo lo que ello significa y que solo el iniciado entiende y aprecia.
Te vienes a Austria?

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